Irene Vallejo alcanzó fama mundial por su extraordinario ensayo El infinito en un junco.
lunes, diciembre 22, 2025
La épica como plano psicológico de la memoria y el olvido. El silbido del arquero de Irene Vallejo
Irene Vallejo alcanzó fama mundial por su extraordinario ensayo El infinito en un junco.
domingo, diciembre 21, 2025
"Me moriré, pero antes quemaré La Eneida..." La muerte de Virgilio de Hermann Broch
La muerte de Virgilio (1945), de Hermann Broch.
Se dice que Broch compuso el núcleo de esta obra en 1938, tras ser
arrestado por la Gestapo. Se dice que Broch frente a la posibilidad de
la muerte influyó en la urgencia y profundidad de sus reflexiones sobre Virgilio y su muerte.
Efectivamente, en esta novela, frente a la muerte, Virgilio utiliza las últimas 18
horas de su vida, para reflexionar sobre la crisis del arte y la responsabilidad
ética.
Es el año 19 a.C, y el poeta Virgilio llega al puerto de Brindisi
enfermo de muerte, acompañando al emperador Augusto. La novela sigue su
agonía febril mientras es llevado en litera al palacio imperial.
Frente a la muerte, Virgilio experimenta una crisis
espiritual: siente que su obra maestra, la Eneida, es un
fracaso porque ha servido a la gloria política.
Su deseo es quemar el manuscrito de La Eneida.
"El mundo no será ni más rico ni más pobre por unos
cuantos versos"
El libro está dividido en cuatro partes, que se asocia con
los elementos clásicos:
Agua - La llegada: El arribo a Brindisi y el
encuentro con la miseria y el ruido de la multitud.
"Azules como acero y ligeras, movidas por un viento
contrario suave y apenas perceptible, las ondas del mar Adriático habían
corrido al encuentro de la escuadra imperial, mientras ésta se dirigía hacia el
puerto de Brindis, dejando a la izquierda las chatas colinas de la costa de
Calabria que se acercaban poco a poco".
Fuego - El descenso: Una noche de alucinaciones
y fiebre donde Virgilio repasa su vida y decide destruir La Eneida.
"Yacía y atisbaba. De cuando en cuando, aunque a
intervalos cada vez mayores y sin nuevos vómitos de sangre, el acceso volvía y
al principio hasta había creído que tendría que llamar al esclavo de la
habitación vecina, para que trajera al médico; pero habría costado demasiado
esfuerzo llamarle y la molestia del médico hubiera sido insoportable: quería
estar solo... Nada era más urgente que estar solo, para recoger una y otra vez
todo el ser en sí, para poder acechar; esto era lo más urgente. "
Tierra - La espera: Un bravo debate entre
Virgilio y el emperador Augusto sobre el poder, el arte y el destino del
Estado.
"la Eneida es indigna..., sin
verdad..., nada más que bella... Ustedes son mis amigos..., la quemarán..., quemarán la Eneida por mí..."
Hasta que llega Augusto:
" ¡Oh, terrible y sobrecogedora se tomó esta tensión
del acercarse, y finalmente, oh, finalmente, la puerta se abrió contra el
paisaje, los sirvientes formaron guardia junto a los dos batientes y entre
ellos entró con paso rápido en el cuarto, imponente y sin embargo humana,
majestuosa y al mismo tiempo delicada, la sagrada persona del Augusto! "
¿Qué había venido a hacer, Augusto?
El César había venido para despedirse; pero para él era más
importante llevarse la Eneida y trataba de ocultar eso bajo muchas
palabras.
Virgilio ruega:
“César, mi obra no está hecha: ¡es terriblemente incompleta
y nadie quiere creérmelo!”
El César es el César y quiere que el poeta le cante la
eternidad, aunque sabe que el poeta lo odia:
—Virgilio...
—Sí, Augusto...
—Tú me odias.
—¡Octaviano!
—No me llames Octaviano, porque me odias.
—¿Yo... yo te odio?
—¡Y cómo me odias!
La voz del César era estridente de pura violencia.
—Oh, Octaviano...
—Calla... Me odias más que cualquier otro hombre en la tierra y más que cualquier otro, porque me envidias como a nadie.
—No es verdad..., no es verdad...
—No mientas, es verdad...
—Es falso... es falso...
Éter - El retorno: La transición final del poeta
hacia la muerte, un regreso al origen
del cosmos y la palabra:
"Volvió a hacerse la luz y la tiniebla, otra vez día y
noche, otra vez noches y días, y otra vez se ordenó lo infinito según la
altura, anchura y profundidad, se establecieron las direcciones del cielo en su
cuaterno número abierto, hubo arriba y abajo, la nube y mar; y en el medio del
mar se levantó otra vez la tierra, la verde isla del mundo, cubierta de
plantas, cubierta de praderas, mutación en lo inmutable. "
sábado, diciembre 20, 2025
Qué se ama cuando se ama de Gonzalo Rojas
¿Qué se ama cuando se ama? ¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida ¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
De Contra la muerte, 1964. |
viernes, diciembre 19, 2025
BOLAÑO El Coraje del Cult-Pop. Bolaño tuvo algo que los cobardes y los acomodados siempre omiten: coraje. Utopista pragmático. La Nación.
Artículo «Bolaño. El coraje del Cult-Pop» de Omar Pérez Santiago en el Utopista pragmático de La Nación, 2003. Ilustración: Palomo,
La Primera Mujer. Relato de la escritora sueca Elin Wägner. Traducción de Omar Pérez-Santiago
NTRODUCCIÓN
Las extrañas fuerzas vibrantes de la naturaleza me llevaron a recorrer un día el sereno cementerio de Lund de Suecia. Allí estaba la huella de la escritora Elin Wägner, donde en el silencio y la paz, descansa eternamente. Su último deseo, tan conmovedor, fue yacer junto a los restos de su madre, Anna, de quien quedó huérfana a los tiernos tres años, un vacío que la acompañaría por siempre.
Elin Wägner (1882 – 1949), una figura luminosa en la vida cultural y social de Suecia, fue mucho más que una escritora. Fue una periodista incansable, una feminista apasionada, una ecologista visionaria y una pacifista inquebrantable.
Nació en el centro de la hermosa ciudad de Lund, un pueblo rodeado de jardines, en el pasaje Vårfrugatan, también llamada antiguamente como Tjyvålhalsgränd, el callejón de los ladrones, cerca de la prisión municipal.
Lo sé bien. Y lo recuerdo bien. Por esos mismos extraños hilos vibradores del destino, una muy alegre compañera de la Universidad me invitó un día a una cafetería del pasaje. Y dulcemente me dio una charla cultural: «Aquí nació Elin Wägner». Posteriormente, Elin Wägner se mudó a la calle Gröne 10, donde hay una pequeña placa conmemorativa en una pared de viejos ladrillos rojos.
Su padre, Sven Wägner, era director de escuela. La sombra de la tragedia se cernió sobre su infancia cuando ella era solo una niñita de tres años de edad. El llanto la fue a buscar: su madre, Anna, falleció de fiebre puerperal al dar a luz a su hermano Harald.
Escribió después Elin Wägner: «Yo experimenté conscientemente esta tragedia. De un plumazo me transformé de una niña de tres años vivaz, feliz y traviesa, en una pequeña silenciosa, que caminaba sola y miraba al cielo, donde estaba mi madre.»
Elin Wägner llevaría esa zanja profunda, que con el tiempo se transformaría en el motor de su voz. «Es posible que la muerte de mi madre me hiciera escritora», confesó alguna vez. «Una muerte que llegó a mi vida tan temprano y me impactó de tal manera que me transformó de una niña feliz y llena de vida en alguien que caminaba sola y se preguntaba sobre el comportamiento incomprensible de la existencia».
Su pluma, afilada desde joven, encontró eco a los 21 años en el periódico «Helsingborgs Dagblad», donde sus reseñas, artículos y reportajes ya revelaban una mente brillante. En 1907, Estocolmo la acogió para trabajar en la revista «Idun» y colaborar con el prestigioso «Dagens Nyheter».
Pero Elin no solo escribía; vivía cada palabra con fervor. Fue una ferviente defensora de la emancipación femenina. Su compromiso la llevó a unirse a las mejores mentes de su generación en la «Landsföreningen för kvinnlig röstrí¤tt» (Asociación Nacional para el Sufragio Femenino) en 1908. Su lucha y la de las mujeres dio sus dio frutos: el parlamento sueco aprobó el derecho al voto en 1919. En 1921, las mujeres suecas votaron por primera vez en igualdad de condiciones que los hombres.
Sus obras, espejos de su alma, exploraron con valentía el sufragio femenino, el bienestar social y la inminente amenaza de la contaminación ambiental. «Pennskaftet» (Portalápices), publicada en 1910 y llevada al cine, la consagró como una de las feministas pioneras más influyentes de Suecia. En 1941, su obra «Väckarklocka» (Despertador) combinó una crítica social y cultural mordaz con una visión pionera de la conciencia ambiental, adelantándose a su tiempo.
Wägner también alzó su voz en el movimiento pacifista. En 1935, viajó a Ginebra para hablar en la Sociedad de las Naciones, abogando por un «levantamiento sin armas de las mujeres contra la guerra».
Estuvo casada con el crítico literario John Landquist entre 1910 y 1922.
Su verdadero legado fue el de una pensadora avanzada y una activista incansable por la justicia social, los derechos de las mujeres y la protección del medio ambiente, dejando una huella imborrable en la historia de Suecia y del mundo.
Su trayectoria la llevó a la «Samfundet De Nio» (Sociedad de los Nueve) en 1937, una prestigiosa academia literaria.
El culmen de su reconocimiento llegó en diciembre de 1944, cuando fue elegida miembro de la afamada Academia Sueca, fundada por el rey Gustavo III en 1786.
El Milagro de la Amistad: Elin Wägner y Gabriela Mistral
Y entonces, las cuerdas del destino produjeron el milagro que entrelazaría destinos. La presencia de Elin Wägner como miembro de la Academia Sueca fue determinante en la obtención del Premio Nobel de Literatura por parte de Gabriela Mistral en 1945.
Elin Wí¤gner se cautivó con la poesía de Gabriela Mistral. Entonces la nominó al premio Nobel. Hay un registro en los apuntes de Elin Wí¤gner en 1945, un esbozo de media página de su juicio literario:
«He tenido la sensación de haber encontrado aquí una enorme intensidad emocional liberada por el golpe del destino, de la misma manera que la energía atómica se libera por un bombardeo que penetra y divide el núcleo. Lo que sucede en esta liberación sigue el arquetipo de una reacción femenina: la pérdida que impulsa el gran canto fúnebre es la muerte de la personalidad, seguida de una nueva resurrección. La personalidad ya no está cerrada ni concentrada, se identifica con el mundo exterior, no solo con el mundo humano, sino con todos los seres vivos.»
Elin Wägner nominó a Gabriela Mistral y luchó con firmeza desde las entrañas de la Academia.
Así, ese año Gabriela Mistral viajó desde Brasil hasta Suecia para recibir su galardón. Entonces, cuando llegó a Gotemburgo emotivamente afirmó a los periodistas:
«Le debo una visita a Selma Lagerlöf porque la lectura de sus libros me hanproporcionado muchas horas de feliz inspiración».
¿Estaba Gabriela Mistral preparada para el éxito?
Sí, lo estaba.
Hay un prototipo de personalidad que fracasa al triunfar. Es el que sube a un puesto deseado por el que luchó toda una vida, pero, su ansiedad, su arrogancia, (o no se sabe bien qué) lo hace caer de inmediato. Quizá debilitado por el pálido tinte del pensamiento narciso, su victoria lo destruye. Triunfa, pero, paradojalmente, muy pronto se desmorona con una enfermedad anímica, por mentalidad culposa o viejos y odiosos rencores. Vaya uno a saber. Paradoja sicológica.
No es el caso de Gabriela Mistral.
Al contrario.
Ante el desaire ella quizá dijo siempre:
«Échame tierra y verás como florezco.»
Así pues.
La vida de Gabriela Mistral, sus miles y miles de momentos y días, esos muchos instantes y esos muchos días pueden ser reducidos a uno: el momento en que Gabriela Mistral recibe el Premio Nobel.
Una epifanía.
Gratitud por la vida.
Gabriela Mistral florece con el Premio Nobel. Se encuentra consigo misma. Se ha hecho invencible. Ha triunfado. Histórico Milagro. Gabriela Mistral sabía ahora que todos los que los que menospreciaron con la manipulación y la falta de lealtad y el desdén, ahora rápidamente se subirían al carro de la victoria.
Tenía dos opciones: Vivir en Chile, tranquila pero humillada y sin brillo, o ir a dar la lucha fuera de su patria, como vagabunda.
Deslumbrada por un ideal, Gabriela Mistral fue valiente, comprometida, melancólica, insatisfecha, empecinada y propensa a tomarse muy en serio a sí misma.
En Chile quisieron escribir la historia literaria los malignos y celosos, los de siempre, una pequeña fracción de hombres pudientes, que quisieron celebrar siempre a aquellos que vivieron bien. La creme de la creme, las grandes fortunas que monopolizaban la primera clase, malignos y celosos como el mismo diablo.
Gabriela Mistral prefirió las tristezas auténticas del autoexilio a una tranquilidad humillante y sin futuro aquí en casa.
Y Elin Wägner la escuchó. Y Suecia la acogió, Suecia la salvó.
Así lo quiso las fuerzas de la Tierra y desde arriba el anchuroso Cielo.
Ahora en Chile le levantarían estatuas. Podrían su nombre a escuelas y jardines infantiles.
«Ahora parezco una santa»
Días después de la ceremonia, Elin Wägner y Gabriela Mistral viajaron a la casa museo de Selma Lagerlöf en Mårbacka, un santuario literario. En 1908, Selma Lagerlöf compró la casa de su infancia y allí vivió hasta su fallecimiento en 1940.
Cenaron, parlaron en francés y rieron a carcajadas revelando el espléndido sentido del humor que las unía. Una noche llena de opiniones, percepciones y cosas también irrelevantes, como es la gracia de la buena amistad. Así pasaron la noche de contentamiento en Mårbacka.
Evocación de los muertos
Al día siguiente, el sol brilló con una luz helada en el crudo invierno sueco, sin que jamás el sol las entibiara; el frío, sí amigos y amigas, el frío que calaba los huesos y que mordía la piel.
Elin y Gabriela salieron de Mårbacka envueltas en sus abrigos, doble gorra y grande mitones o guantes. A siete kilómetros está la tumba de Selma Lagerlöf, en el apacible y pequeño cementerio de Astramtervik.
Hay dos fotos de Gabriela Mistral y Elin Wägner frente a la tumba de Selma Lagerlöf. Las fotos las encontré en un archivo de una universidad de Gotemburgo. Nunca antes habían sido publicadas.
Allí llegaron las peregrinas a rendir homenaje a la escritora que veneraban.
Selma Lagerlöf, maestra rural, como ella.
Selma Lagerlöf, primera mujer premio Nobel, como ella era la primera mujer latinoamericana premio Nobel.
Como si llegaran a su Itaca, después de largos años de aventuras y peligros, después de evitar a las sirenas, de engañar a Polifemo, gigante de un solo ojo. Y enfrentar la ira de Poseidón, con sus torbellinos y toda clase de vientos y grandes olas que cayeron horriblemente sobre ella.
Nada logró anonadarla.
Allí Gabriela Mistral le dedicó un poema a la veneranda y hermosa autoridad del alma de Selma Lagerlöf, la llama «Matriarca»:
Llegamos por la nieve y con la nieve
a tu sepulcro blanco.
No te faltaremos, matriarca,
aunque la noche se nos cierre.
No fallaremos para que no caiga
tu escritura caliente en la nieve.
Desde entonces se forjó una amistad profunda entre Gabriela Mistral y Elin Wí¤gner, un lazo que se nutrió con la correspondencia.
Muy pronto, ¡lo qué son las cosas literarias!, en enero de 1946, en un periódico estadounidense apareció una ácida crítica al premio Nobel a Gabriela Mistral por considerarla demasiado inofensiva y poco desafiante.
Elin Wägner la defendió. No crujió.
Todos los que la han recordado dicen que Elin Wägner era una gran persona, alegre y acogedora. Era irónica, traviesa y divertidísima. Pero también, dicen que podía ser brava. Elin Wägner salió inmediatamente a defender a su amiga Gabriela Mistral. Publicó un artículo en el diario más importante de Estocolmo, Dagens Nyheter, «Större än Prometheus», «Más grande que Prometeo», el 22 de enero de 1946.
La bajada del título decía:
«La poesía de Gabriela Mistral es superior. Es pacífica e indiscutible. Su poesía es profundamente humana… su estilo y contenido plantean solo un mínimo de preguntas incómodas.»
La puerta oscura de la muerte. El último Legado y una Despedida Conmovedora
«Normalmente no se sabe cuál será el último día o viaje», escribió un día Elin Wägner.
En 1948, las cuerdas del destino marcaron su camino: a Elin Wägner se le descubrió un tumor en el estómago. Fue operada en noviembre de ese año en Estocolmo, pero el cáncer, implacable, había alcanzado también el bazo.
Elin Wägner afronta sin evasivas ni sermones consoladores lo trágico de la condición humana.
La finitud es inapelable.
Antes de partir, en un último aliento creativo, Elin recopiló cuentos que se convirtieron en una colección con un tema femenino: «La Hilandera», publicado en 1948.
Yo leí ese libro de desbordante intensidad emocional. Comienza con un cuento de humor delirante llamado «La primera mujer», sobre la primera parlamentaria que ingresa a un Congreso dominado por varones, un centro de poder masculino donde se decidía el comienzo de la guerra. Una narrativa encantadoramente persuasiva que yo he traducido al español y se puede leer AQUí.
Elin Wägner pasó sus últimos días en su icónica casa roja llamada «Lilla Björka», en la región de Småland, donde ella vivía de forma permanente desde los años 20.
La casa de Elin Wí¤gner se llama Lilla Björka simplemente porque en sueco, «lilla» significa «pequeña» y «björka» se refiere a «abedul» o «lugar con abedules». Elin Wägner compró el terreno en 1923 en las afueras del pueblo de Berg, en la región de Småland. Construyó allí su casa, que inicialmente fue su residencia de verano. Luego se convirtió en su hogar permanente.
Småland es una hermosa región boscosa de abetos, pinos y abedules y abundante de lagos. Un lugar que yo conocí bien, pues viví allí, cuando yo, como una luciérnaga iluminada de ilusión y esperanza, llegué a Suecia como refugiado político, a fines de los años 70. En casa quedaron varios de mis amigos muertos bajo la dictadura. Fue hace ya muchos años, tantos años que, sin embargo, no olvido a Småland, un lugar que se transformó en mi grato hogar provisorio.
La casa Lilla Björka conserva gran parte de su aspecto original de la época en que vivió Elin Wägner y funciona como un museo dedicado a su vida y obra.
El viernes 7 de enero de 1949, a los 67 años, la vida de Elin Wägner se apagó.
El cortejo recorrió 500 metros hasta la tradicional iglesia de Berg, situada en una leve colina, según tradición sueca. Atravesó silencioso las granjas con banderas a media asta por un camino bordeado de abetos.
Los vecinos desfilaron mudos en una larga y triste fila entre medio de ramos, coronas, flores en homenaje a la mujer que expresó la tenaz esperanza de una generación de mujeres.
El poeta y secretario de la Academia Sueca, Anders Ostling, depositó una gran corona de flores. Pronunció el primer discurso de una larga fila de despedidas.
Todo vuelve a tierra
El deseo de Elin Wägner, aquel que había marcado su infancia, se cumplió. Desde la pequeña estación de trenes de Lindengen el ataúd fue llevado a Lund, donde fue enterrada en el cementerio de Norra, junto a su madre Anna, cerrando un círculo de vida y un legado que perdura.
Alguna vez, como dije al comienzo, cuando yo estudiaba en Lund, estuve allí frente a su austera tumba. La lápida de Elin es discreta, sin pompa. La losa de su madre Anna apenas lleva estampada una simple paloma. A estas muertas les ofende la ostentación, el lujo y la apariencia.
Sabías que fue Calímaco, padre de los bibliotecarios, quien primero clasificó los libros en géneros: verso y prosa en la Biblioteca de Alejandría. «El infinito en un junco» de Irene Vallejo.
Por Omar Pérez Santiago.
Sabías que fue Calímaco, el padre de los bibliotecarios, quien primero clasificó los libros en géneros: verso y prosa en la Biblioteca de Alejandría.
El junco de papiro hunde sus raíces en el Nilo.
El papiro, una planta acuática, hunde sus raíces en las aguas del río Nilo en Egipto.
Los antiguos egipcios utilizaban esta planta para crear hojas de escritura, entre otros usos, y se convirtió en un recurso vital para su cultura y comercio.
Seré breve y directo: El libro de Irene Vallejo me fascina porque:
Es un canto entusiasmado de amor a la lectura, la escritura y la cultura.
Es una buena reflexión sobre la memoria y la pervivencia del conocimiento.
Es erudito y es ameno sobre la Antigüedad Clásica, la historia del libro, las bibliotecas y los grandes pensadores.
Tiene un lenguaje poético, pleno de anécdotas, paralelismos con el presente y referencias a la cultura popular (cine, literatura moderna).
Es un ensayo, mas su prosa es envolvente. Su voz subjetiva es cercana.
Revive a los personajes. Cuenta historias propias de inventores, copistas, bibliotecarios y salvadores de libros.
Destaca la labor de las mujeres en la defensa del libro.
Nos alerta sobre la fragilidad del conocimiento, la vulnerabilidad de los libros y del conocimiento y la tenaz lucha humana para preservar y transmitir las ideas.
Es un homenaje a la lectura y la libertad de pensamiento.
Montegrande. Teatro del Sarcasmo sobre la ritualidad de los homenajes a la Poeta del Valle.
Por Omar Pérez-Santiago, escritor.
El aire la sala de teatro de la obra Montegrande se tiñe de una melancolía densa, brumosa, casi palpable. El escenario, un velo brumoso desde el instante en que se cruza el umbral del teatro, parece invitar a un viaje a las profundidades del alma. El humo artificial se aferra a la penumbra, mientras la iluminación tenue y el vestuario de luto de las cuatro actrices transforman la escena en sombras, de figuras apenas vislumbradas, como fantasmas que danzan al compás de un recuerdo distante. Es el telón de fondo perfecto para el ritual de un regreso que es, en esencia, una despedida prolongada: el entierro de una muerta embalsamada, la Poeta del Valle, que finalmente vuelve a casa.
En el susurro del introito, se nos traslada a 1960. En Montegrande, tres mujeres, envueltas en la quietud de la espera, preparan la recepción del cuerpo inerte de la Poeta del Valle. Su nombre nunca es pronunciado, una ausencia que resuena más que cualquier mención. Pero todos, con un escalofrío en el alma, comprendemos que ella es el eco, el karma ineludible de la gran poeta chilena que partió en 1957 y que, al fin, encontrará su reposo definitivo en la tierra que la vio nacer. Su figura, un manto dramático y pesado, se cierne sobre las mentes de estas mujeres, condicionando sus propias existencias, sus propias reencarnaciones en un pueblo que parece atrapado en un ciclo eterno.
«En Montegrande nadie puede ser feliz», repiten, como un lamento ancestral que se escapa de los labios de las actrices. El alma de Montegrande se revela profunda y oscura, un abismo donde las mujeres se encuentran subyugadas por la imagen idealizada de la Poeta, una figura de fama mundial que, paradójicamente, las aprisiona en las falsas expectativas que el mundo ha tejido a su alrededor.
Así nos adentramos en una obra de humor negro, de sarcasmo que duele y libera a la vez. Un humorismo profano, casi blasfemo, que, si se mirara desde otra perspectiva, provocaría una piedad desoladora, un terror paralizante o una lástima profunda. Pero en Montegrande, extrañamente, desata carcajadas, risotadas que resuenan huecas en la melancolía del ambiente.
El encierro en un ambiente pueblerino puede ser una angustia que carcome el espíritu. Y en Montegrande, estas mujeres parecen haberse transformado en un Club de Disociadas Afectivas, prisioneras de un trastorno psicológico que confunde sus pensamientos, sus recuerdos, sus sentimientos, su propia identidad.
Una disociación afectiva puede nacer también de la sumisión a las cadenas o yugos mentales, sean ideológicas, religiosas o políticas. Expectativas férreas, cimentadas en esperanzas rígidas que no dejan espacio para el respiro.
En Montegrande, el sarcasmo punza, hiere algunas almas sensibles, mientras que otras, en una extraña catarsis, se ríen a carcajadas, como en la vieja comedia humanística universitaria o la comedia urbana de carnaval que se alza contra la inminencia de la muerte que acecha al pueblo.
La comicidad surge de la contraposición de valores, de la risa amarga que brota cuando los valores rústicos, casi obstinados, de estas mujeres disociadas se estrellan contra la imagen sacralizada de la Poeta del Valle. De este choque nace la desmitificación, la ridiculización de la retórica vacía y la falsa ritualidad que envuelven el homenaje a la Poeta. La crítica mordaz, sarcástica y risible busca desvelar comportamientos, cumpliendo la antigua función moral de la comedia: corregir las malas y vanas costumbres que nos arrastran.
Montegrande es, en su desenvoltura, una señal de vida, un eco de que el teatro chileno se mueve, «E pur si muove». Se desplaza desde las profundidades, revelando un sentido crítico que, mientras algunos prefieren cerrar los oídos, la obra agudiza, invitándonos a escuchar con el alma abierta lo que nos acontece, a los chilenos, en esta danza perpetua entre la memoria y el olvido.
Detalles de la Obra
- Obra: Montegrande
- Compañía: Teatro Sindominio
- Dirección: Bosco Cayo Álvarez
- Dramaturgia: Bosco Cayo Álvarez
- Elenco: Verónica Medel, April Gregory González, Mónica Rios Contreras, Jacinta Rodríguez
- Equipo: Productor: Gonzalo Araya Arenas – Diseño Integral: Laurene Lemaitre – Universo Sonoro: Luciano Vásquez
- Año: 2025
- Fotógrafo: Lorenzo Mella Ruiz
- Teatro: Matucana 100
Allende, el retorno. Por Soledad Vignolo.
Allende, el retorno.
Por Soledad Vignolo.
Salvador Allende resucita o algo así, en un Santiago de Chile que se alejó cuarenta años del golpe militar. Ahí nace esta ucronía de Omar Pérez Santiago, que ubica al ex presidente en una nueva realidad, y lo transforma en un hipster atractivo que puede enamorar jovencitas con sus lentes de marcos gruesos
El único recuerdo que acompaña al personaje cuando llega a este siglo es imagen del palacio de gobierno en medio de «humo, grietas y escombros», y ahí se produce un giro en la novela que va a cambiar la mirada del protagonista. Allende se entera por internet, que él murió esa mañana de septiembre de 1973, como víctima del golpe militar, ese golpe que lo transmutó y de su pasado, de su vida anterior, vuelven a él nombres de amigos, los tangos y el amor de su mascota.
En Santiago, Allende es creído imitador, casi una morisqueta del destino que les trae a Salvador en la imagen de este simpático viejo parecido el prócer. Para el protagonista, el mundo nuevo que lo rodea lo entristece, pero a pesar de no comprender que la gente no crea en él como tal, es práctivo y consigue sobrellevarlo. No busca a sus hijos, no pretende incorporarse a sus vidas, por el contrario comienza una nueva vida en este nuevo siglo. Vive como cualquier chileno, a pesar de su mente inquiriéndolo, no entra en política y si pretende una vida cotidiana. No hay motivo concreto para que el tiempo nos haya devuelto a Salvador Allende, aunque deja entrever una maléfica cuestion yanqui que puede haberlo suscitado. El autor nos regala un Allende inocente, lleno de vivencias raras, un tanto incongruente, que le aporta encanto, su novia embarazada de un varón, como si eso significara descendencia digna, puede ser cuestionada, pero es rico ver como va tomando cuerpo este viejo que transformó Chile y ahora lo hace en una empresa de soda, incluso con una onda que el propio Allende no tuvo.
En la novela, la ideología subyace siempre y hasta hay un intento de revalorizar su figura, buscando una especie de aggiornamiento, de mito a marca pop, Allende, el retorno es una parodia trágica, en tono liviano, que deja entrever la fuerte historia del ex presidente Salvador Allende en la pluma de Omar Pérez Santiago.
La trama, a mi juicio, podría haberse justificado con otra claridad, pero es atractivo pensar en estas posibilidades temporales, en la cabeza flexible de un hombre que trasciende épocas y en el reconocimiento que significa esta historia.
jueves, diciembre 18, 2025
Me evades, Marianna. Pérez-Santiago. Traducción al sueco de Clemens Altgård
La memoria del escritor se expresa en los sueños. Rostros, sensaciones y lugares entran desordenadas en mis noches.
"La memoria surgirá en los sueños, en la vigilia, al volver las hojas de un libro o al doblar una esquina. No se impaciente usted, no invente recuerdos. El azar puede favorecerlo o demorarlo, según su misterioso modo. A medida que yo vaya olvidando, usted recordará."
La memoria de Shakespeare, Jorge Luis Borges, 1983
El Payaso castigado. Mallarmé
EL PAYASO CASTIGADO
OJOS, lagos con mi frenesí de renacer
Distinto del histrión cuyo gesto evocaba
Cual pluma el hollín innoble del quinqué,
En la pared de tela me abrí una ventana.
Con pierna y brazos, limpio, aleve nadador,
Multiplicando brincos, negador del mal Hamlet,
Era como si en el agua inventara muchísimas
Tumbas en las que, virgen, desaparecer.
J acoso oro de címbalo en puños irritado,
De pronto el sol cae sobre la desnudez
Que pura se exhaló de mi frescor de nácar.
Noche de la piel, rancia pasabas sobre mí,
Ignorando, ah ingrata, que mi apoteosis era
Este afeite ahogado en el agua traidora del glaciar.
miércoles, diciembre 17, 2025
El Hombre de La Mancha en el Cinerama Santa Lucía. Románticos versus paródicos o irónicos.
Hay quienes aman El Quijote de Cervantes.
Yo no.
Desde que fui obligado a leerlo en el Colegio Claretiano, apurado, estresado, en una edición roñosa y mal hecha que tomé de la biblioteca. Como un castigo escolar.
El lugar común lee el Quijote como estrategia de la sátira, como la moda irónica o parodia que yuxtapone personajes o escenas para comparar valores, una reflexión crítica sobre los ideales que representan. La ironía, la caballerosidad y el amor. La ironía, la técnica narrativa y verbal para desmitificar.
Sin embargo, en 1972 fui al cine Santa Lucía, nuestro cine de Santiago de Chile famoso por su tecnología Cinerama. En el antiguo cinerama Santa Lucia vi la versión de El Hombre de la Mancha, con Peter O'Toole y Sophia Loren.
Y ahí aparece la versión romántica e idealista. Los personajes son la rebeldía y buscan un ideal, temas muy apreciados por los románticos y su defensa de lo imposible. Raptan la parodia de un loco que cree en los parámetros de los cuentos de caballería, para ponerlo al servicio de una fe, o de un creyente.
No es raro que esa crujiente versión romántica o idealista la vi después por primera vez en el teatro.
Era el año 1974, Chile.
Según recuerdo, protagonizado por José María Langlais como Cervantes/Quijote, Alicia Quiroga como Aldonza y como Sancho Panza, Fernando Gallardo, entonces conocido como el popular Cachencho.
Un día leí lo siguiente. El tiempo pasa rápido, quizá por eso no recuerdo donde ni porqué, seguramente de algún eclesiástico, pero un día leí lo siguiente: las obras se leen de acuerdo a la sensibilidad de la época que vivimos, o como sentimos una era, (que tal vez es lo mismo).
Eso no más.
Victor Hugo. A propósito de Shakespeare. El genio y la misión del arte
martes, diciembre 16, 2025
Jessie Buckley está extraordinaria, vital, física, sobre el dolor materno, en Hamnet, un gran film de Chloé Zhao.
lunes, diciembre 15, 2025
"Potenciar el miedo es condición sine qua non para el ejercicio del control." Novela "Morir en la Arena" de Leonardo Padura. Algo aburrida y reiterativa.
domingo, diciembre 14, 2025
Laocoonte y sus hijos. Una obra de noble simplicidad y grandeza. El sacerdote que alertó inútilmente a los troyanos sobre el Caballo de Troya.
La épica como plano psicológico de la memoria y el olvido. El silbido del arquero de Irene Vallejo
Irene Vallejo alcanzó fama mundial por su extraordinario ensayo El infinito en un junco. El silbido del arquero es una novela histórica y...
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