sábado, noviembre 08, 2025

Tarde Divina de Invierno, un relato de Omar Pérez-Santiago. Ilustración: Xilografía de Guillermo Martínez





Era una tarde de frío invierno del año 2007. Salí del Hotel Cornavin de Ginebra por la puerta de la esquina. La nieve le otorgaba una azulina claridad a la ciudad.

Mis botas negras crepitaron en la nieve.

Hombres y mujeres caminaban abrigados por la nevada costanera del lago Lemán.

Crucé el río Ródano por el Pont Mont-Blanc y llegué a la Grand Rue, la empedrada peatonal de la Vieille Ville.

Entré a la cafetería Boreal Coffee Shop, bajé la escalera de mármol de quince peldaños, me saqué mis guantes y mi gabán de cuero y mi pañuelo del cuello de color caqui .

Pedí un café chocolate blanco, la nouvelle vogue du café, la especialidad de la casa.

Bebí un sorbo.

De pronto, arriba, al final de la escalera de mármol apareció una mujer y joven, algo menuda — quizá de 20 años— con un corto vestido estampado de Suno fashion, con medias delgadas negras y dos franjas de color intenso. Frente al fondo oscuro de la entrada, su figura se presentó con la ligereza de una flor. Poseía una grata gravidez. Su pie derecho se apoyó en el último escalón, el izquierdo se dispuso a dar el siguiente paso y se bamboleó graciosamente hacia mí y me preguntó:

—¿Eres el pintor argentino, Miguel Caride?

Yo era un pintor conocido y, aunque no vivía en Ginebra, era inevitable que me reconocieran en algunos lugares, pensé.

—Sí.

—Me llamo Alfonsina Báthory.

Ella bajó los ojos verdes y mostró un maquillaje oscuro. Se sacó su abrigo de lino azul. Agitó levemente su mano que tenía un tatuaje de un pequeño dragón y me saludó.  Saludó también a todos los que estaban en la cafetería: al mozo, al señor de la caja, saludó a los de la mesa de adelante y de atrás. Es una auténtica ginebrina, pensé.

—¿Alfonsina?

—Sí. Soy hija de Anna Báthory y tú eres mi padre.

—¿Eh?

—Sí. Nací el año 1987.

Ella sacó su iPhone y con su delgado dedo índice con una uña pintada de negro, me apuntó una foto.

—Ahí estás tú y al lado está mi madre, Anna Báthory.

—Uf, suspiré. Estoy muy joven allí.

—Veinte años menos.

Habían pasado veinte años y yo me había olvidado de tantas cosas.

Alfonsina dejó ver que tenía otro tatuaje con mi  apellido en el brazo izquierdo: “Caride”. Y en el otro brazo decía: “Argentina”.

—¿Me entiendes, Miguel?

Yo no sabía que decir.

—He tenido sueños, donde apareces tú. Miguel.

Pensé que la joven Alfonsina era irónica, lo que no es raro en Ginebra.

Alfonsina le hizo un gesto al mozo y le bromeó por su nuevo corte de pelo. Alfonsina era entretenida, imaginativa y ágil.

—Dame un chocolate blanco, por favor.

Se volvió hacia mí con la misma gracia:

—Hace unos días consulté al I Ching. Intuí que me encontraría contigo.

—¿Crees en las coincidencias y el azar?

—Los acontecimientos están entrelazados.

Dudé, pues soy un argentino de mente analítica y mi edad me arrastra a ser escéptico.

“Estoy en un programa de cámara indiscreta”, pensé.

—No, no estás en una cámara indiscreta —dijo Alfonsina.

“¿Cómo es posible que Alfonsina haya sabido que yo estaba cavilando en eso?”

—Me sale espontáneamente —dijo Alfonsina.

Me echo atrás.

“Me lee la mente”.

Alfonsina me mostró unos dibujos en su iPhone.

Quedé atónito.

Alfonsina había dibujado mi núcleo familiar.

—Ahí están, tus dos hermanas, tus dos sobrinos, tu madre y tu padre.

—Mi padre era vendedor de frascos de perfumes.

—Por eso hueles bien. Mira, aquí está mi abuelo, el mercader con sus frasquitos de fragancias vegetales.

Todo era cierto.

—Qué sorprendente.

Eran mapas audiovisuales de mis laberintos familiares. Fotografías alteradas, animadas con música electrónica; hologramas, una especie de árbol genealógico activado y en movimiento. Alfonsina tomó esas fotos de mis contactos de las redes sociales. Reconstruyó a mi familia Caride en Buenos Aires.

—¡Cuántas historias de mi familia, Alfonsina!

Alfonsina construyó un universo con las apariencias de mi familia argentina, aunque Alfonsina no había estado nunca en mi país, Argentina.

Retrocedí un poco.

—Mamma mía, exclamé.

Sentí pena. Me bajó una rara sensación de querer llorar.

—Estudio audiovisual en la Haute école d’art et de design de Ginebra —dijo ella.

—¿Qué es de Anna, Alfonsina? —dije.

—Mi mamá te amó. Cada cosa tuya permaneció en los recuerdos de mi madre.

—Fue una relación muy breve, Alfonsina.

Yo me puse irremediablemente triste.

—Mi mamá siempre creyó que tú la vendrías a buscar para ir a Argentina. Tú se lo dijiste.

—Sí, lo dije, pero como cordialidad.

—En el amor no existe la cordialidad.

“Una hija me enseña la diferencia entre amor y cordialidad”, pensé.

—Entonces, de verdad, ¿soy tu padre?

—Sí, lo eres. Mira.

Me mostró un anillo que tenía en un alargado dedo de uña negra de la mano derecha.

—Es el anillo que le regalaste a mi madre. ¿No?

—Uh.

—Es cierto, ¿no?

—Sí.

Quedé un momento en silencio. Dudé.

—¿Te debo algo, Alfonsina?

—Sí, me debes.

—¿Qué te debo, Alfonsina?

—El deber paternal.

Alfonsina con graciosa vanagloria se puso a mi lado y tomó una foto con su iPhone.

—Ahora estamos en el ciberespacio. Ya le mandé la foto a mi mamá.

Estoy en un territorio emocional bárbaro.

Voy al baño. Pensé que había visto un fantasma.

Aunque tan corpóreo.

Me miro en el espejo y vuelvo a preguntarme:

¿Tan sensible?

Cuando vuelvo ella me dice:

—Siempre imaginé que eras un hombre de dos caras: uno duro y uno dulce.

—¿Dos caras?

—Sí. Ahora dejaste tu cara dura en el baño.

Me quedo en silencio.

—Me hiciste falta cuando me gradué —dijo ella.

Me fragmenté. Algo me laceró como un relámpago

—Contáme, entonces como fue, papá.

Por primera vez me llama papá.

—Fuimos muy felices con tu madre, Alfonsina.

—A ver, contáme.

—Hace veinte años, un día de junio de 1986, yo estaba en la galería UnDeuxTrois de Ginebra montando mis pinturas para una exposición cuando entró a la galería mi amigo, el pintor uruguayo Liard, con una chaqueta y un sombrero de cuero negro de estilo neoyorquino y dijó:

—¡Murió Jorge Luis Borges, ché! La noticia ya da vuelta el mundo.

—Ché, qué triste.

—A unos pasos de aquí, Ché.

Fuimos a la catedral de Saint Pierre. En  el ataúd de madera caoba  dejamos flores blancas. Se oficiaron los ritos funerarios. Salimos a la plazoleta de adoquines de la catedral. Y allí estaba tu mamá, Anna Báthory. Vestía una faldilla estampada de flores, como las actrices de cine italiano de la década del 50. Fuimos a beber un Martini. En el bar brindamos por Borges. Hablé de todo con tu mamá, de Buenos Aires y del Río de La Plata, de la tolerancia de Ginebra, de la finalidad del arte ambiguo de los años 80, de mis volubles discursos del exilio y el arte. Hablamos de ciertos asuntillos que entonces estaban de moda y hoy obsoletos: Blue Velvet de David Lynch y Matador de Pedro Almodóvar. Tu mamá mencionó a Anaïs Nin, a Virginia Woolf. También mencionó a Alfonsina Storni.

Desde esa noche paseamos abrazados en Ginebra.

Alfonsina Báthory pensó preguntarme por qué yo no me quedé en Ginebra con su mamá.

Ahora fui yo quien adivinó la pregunta y le dije:

—Fuimos muy felices, Alfonsina. Yo era libre.

—¿Qué es ser libre?

—Ser libre es saber que no tenemos un futuro espléndido en otra parte.

Ella sonrió dulcemente.

Pensé ahora preguntarle dónde estaba Anna.

—Es jefa de la biblioteca.

Había una rara conexión telepática. Nos adivinábamos las mentes.

—Vamos, dijo Alfonsina.

—¿Dónde vamos?

—¡De fiesta!

Nos pusimos los abrigos, subimos la escalera de quince peldaños y salimos al frío de Ginebra.

—Llévame —dijo Alfonsina y me pasó su bicicleta.

—¿Segura?

Alfonsina era menuda y ágil y se sentó de un salto al manubrio.

Traté de equilibrarme, me faltaba experiencia.

Ella me condujo verbalmente por una bicisenda.

—Vamos, papá, vamos... A la izquierda..., ahora toma la derecha.

Adquirimos vuelo y estabilidad y comenzamos a rodar y pronto coordiné el pedaleo con la respiración.

El pelo de Alfonsina caía sobre mi rostro.

Con el pedaleo me sentí juvenil.

Alfonsina logró transmitirme su entusiasmo y su alegría.

Doblamos y la calle empezó a ir en bajada.

—¡Cuidado, papaaaaa, cuidado!

Me entró uno de sus pelos en un ojo.

—Frena, freeeeena.

Una ciclista se cruza en la esquina.

Frené. Alcancé a evitar al ciclista que se cruzaba en la bicisenda.

Entramos a una amplia galería de arte donde había una fiesta.

Tocaba una banda rock y unos magos que jugaban con fuego:

Bebimos unos drinks y de pronto alguien dijo:

—La seguimos en el Rhino.

Nos subimos a las bicicletas en columna bulliciosa, mientras cantaban:

Olé, Olé, Olé.

El eco rebotaba en las paredes de los edificios. Estacionamos las bicicletas y entramos a un viejo caserón. Era la casa okupa Rhino (acrónimo de Retour des Habitants dans les Immeubles Non Occupés). Subimos por las escaleras angostas hasta la azotea. Era una fiesta de una colmena vintage de intelectuales jóvenes, una comunidad de diseñadores y artistas experimentales.

Una banda de música balcánica derivó en banda tropical y reggae.

Bailamos alegres toda la noche.

Así, al otro día desperté y pensé que había soñado. ¿Dónde estaba? Estaba solo en una pequeña cama en el pequeño estudio de Alfonsina. En la muralla de la pieza había una pequeña bandera argentina, unos mates y unas estatuillas de greda de Borges y Maradona abrazados como compadritos. Souvenirs de Buenos Aires. Estampitas del obelisco, un folclore argentino. En un anaquel habían frasquitos de perfumes como los que vendía mi padre en Buenos Aires.

Me levanté y corrí la cortina de una pequeña ventana circular. Estaba en un altillo de Ginebra.

Durante la fiesta juvenil me sentí joven, alegre, más liviano.

Alfonsina golpeó la puerta.

—¿Sí?

—¿Papá?

Entró Alfonsina. 

—¿Desayuno?

Tomé el primer sorbo de café. Entró un grato calor del sol por la ventanilla.

—He vivido una cosa muy alegre, hija.

Tomé un sorbo de café. Me topé con un misterioso gesto.

Referir lo que le ocurrió no me es fácil.

Tardé un rato en comprender la importancia en el gesto de Alfonsina. Cuando lo asimilo, me pareció insólito que no hubiera reparado antes.

Alfonsina era una extraterrestre.

Por un gesto inusual, estuve seguro que Alfonsina era una replicante alienígena.

Me reclino entelerido.

—¿Qué pasa, papá?

Ella podía leer mi mente.

Me acerqué a la ventana y vi la ciudad inundada de luz azulina.

Me di cuenta que cuando me muevo, ella tiene más dificultades de leer mi mente. Hay interferencias.

“Debo moverme o no pensar”

—Alfonsina, acompáñame al Cimetière des Rois, le dije.

Bajamos caminado por la rue de la Synagogue. Parece  que ella me guiara, como si yo estuviera en una oscuridad.

Cae nieve sobre Ginebra.

El Cimetière des Rois en su sencillez y decoro protestante estaba nevado y solitario.

El cementerio es austero.

Caminamos a la zona D y a la tumba 735.

La piedra recubierta de hielo dice: Jorge Luis Borges. Debajo de un relieve de unos guerreros vikingos la frase “...and ne forhtedon nà” —”...no tener miedo”.

Damos una vuelta alrededor de la piedra. 

Di un suspiro triste. No tener miedo.

Mi hija Alfonsina está en silencio con las manos atrás, bella y erguida como un orgullo.

—Sé que aborreces los rituales —dijo Alfonsina.

Ella lee mi mente, aunque de modo levemente erróneo.

Sentí que Alfonsina pensó: “me gustaría que me abrazara.”

Entonces, por primera vez, la abracé. 

Ella lloró.

“Mi hija es un alíen”, pensé. 

También es una amapola, un lirio, una violeta, una selva, una ola.

Eso pensé.

¿Esto es ser padre? 

Sentí que en mi alma se abría una grieta, como un viento bravo que vaga dentro de mí.

Eso sentí con su cálido abrazo, al sentir su mano y sus dedos largos con uñas pintadas de negro que me acarician el rostro, mientras ella llora.

Entonces, yo también lloro.


Cuento publicado en el libro Asesinato en Copenhague y otros cuentos, Mago Editores.

Constancia en una calle de Estocolmo

 

Estocolmo.
Intersección de la calle David Bagare con Birger Jarlsgatan.
Hay un adoquín con una inscripción que dice:
"Aquí Ann y Per se conocieron en 1998.
Tienen su Fanny 2001"


 

viernes, noviembre 07, 2025

Frankenstein de Mary Shelley por Guillermo del Toro: película íntima y genial




La madre de Mary Shelley, Mary Wollstonecraft, murió de fiebres posparto el 10 de septiembre de 1797. Mary creció con la carga: con una potente ausencia de su madre en la Inglaterra del siglo XVIII.
La niña crece hasta convertirse en la autora de una de las novelas más famosas que se hayan escrito nunca, Frankenstein o el moderno Prometeo. Sin duda, su deseo desesperado de unos padres comprensivos definió su personalidad, moldeó sus fantasías y cuyo carácter ficticio es también transparente. Produjo la idealización que se manifiesta en su ficción de un monstruo, como una sombra o un reflejo de sí misma. En su novela Frankenstein o el moderno Prometeo en 1818, su portada tenía impresa un epígrafe de El Paraíso perdido de John Milton, en el que un desesperado Adán increpa a Dios:
“¿Te exigí yo, Creador Omnipotente, que me convirtieses de tierra en Hombre? ¿Te solicité para que me sacases de las tinieblas…?"

La primera edición en español de Frankenstein apareció en 1912. La traducción de Luis Costarias se publicó en Argentina (La Nación, Buenos Aires). Siguió siendo la única versión en español hasta que la editorial Ercilla publicó una edición chilena en 1942, traducida por el lingüista, profesor y traductor, Julio Meza Tapia.





miércoles, noviembre 05, 2025

La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico

 

Por Omar Pérez-Santiago



El libro de Bergson de 77 páginas sobre la risa no es precisamente una lectura divertida, se los advierto. Ningún chiste. No es un compendio de bromas.

Sostiene Bergson que, en lo principal, lo cómico surge de lo rígido, de los ambientes estirados, duros. Por ejemplo, y para entender, soltar un pedo en sociedad, rompe la rigidez del ambiente y produce risa de inmediato. Lo que se quiebra es la huevonería. La risa servirí­a para corregir desatinos.

En resumen, consiste en la importancia de saber que estamos vivos, pues hay muchos sujetos que están muertos sin saberlo.

Las mujeres chilenas son muy risotonas, se rí­en más y les gusta, por ejemplo, los chistes con doble sentido. Picaronas. Es lo que yo he aprendido en mi larga relación con mujeres chilenas, pues sí­,  soy chileno. Y ellas se ríen, se ríen de los arrogantes y se rí­en de los solemnes.

En eso Bergson quizá tiene razón. La risa se produce cuando un ambiente es un poquito pedante, un poquito levantado de raja.

Henri Bergson (1859-1941) no fue un cualquiera, fue un influyente filósofo y escritor francés, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1927. Figura importante de la filosofí­a de finales del siglo XIX y principios del XX, representante del vitalismo y el intuitivismo de su época.

El final la vida de Henri Bergson no fue chistosa ni risible. Tuvo un final trágico marcado por la persecución nazi en Parí­s. A pesar de su fama y su premio Nobel, en sus últimos años sufrió las penurias del invierno, la falta de calefacción y la congestión pulmonar que lo llevó a la muerte en 1941.

Las ideas centrales del ensayo "La risa: Ensayo sobre la significación de lo cómico" de Henri Bergson giran en torno a la naturaleza, función y origen social de lo cómico y la risa.

Resumo la teorí­a de Bergson en tres observaciones:

UNO. Sostiene Bergson que lo cómico es exclusivamente humano.

Mmm. Sobre este punto, dudo. Ahora en las redes sociales vemos perros que se rí­en, o parecen reí­rse. ¿El humano es el único ser que se rí­e?

DOS. Sostiene Bergson que la risa requiere una "Anestesia del Corazón":

Hay que tomar distancia. En esto tiene razón. No vale reí­rse cuando uno está picado o resentido, o cuando recién te abandona la novia, entonces no es risa, es sarcasmo. Según Bergson para que lo cómico surta efecto, se necesita una cierta indiferencia o desapego de la emoción y la sensibilidad.

Sostiene Bergson que la risa se dirige a la inteligencia pura

Si la situación nos afecta emocionalmente, si tenemos pena, si sufrimos compasión, deja de ser cómica. La emoción es el mayor enemigo de la risa.

TRES. Sostiene Bergson que la risa es un fenómeno social:

La risa se produce y se siente más fácilmente en grupo; pues tiene una función social.

¿Para qué sirve?

Sostiene Bergson que su principal función es ser una sanción o correctivo social. La sociedad se rí­e de las rigideces, automatismos, distracciones o inadaptaciones de un individuo. Al reírse, la sociedad castiga la falta de elasticidad y adaptación que amenaza la vida social, forzando al individuo a ser más consciente y flexible.

Aunque la risa es buena, según Bergson, parece que hoy el mal humor, ser un desgraciado y emitir opiniones amargas es lo que vende en las redes sociales

Piensen en las dictaduras, la risa como forma de reírse de los pelotudos que nos mandan. Cuando la risa se acalla, la democracia se ve amenazada.

 


viernes, octubre 31, 2025

EL RUSO TARKOVSKI Y EL SUECO BERGMAN, Omar Pérez Santiago, (Revista Off the record. Febrero 2021)

 


Yo tenía 28 años y un atardecer fui a ver Stalker, la película de Tarkovski, en un cine de la ciudad de Malmö, Suecia.

Fíjate que ahora ya pasaron casi 40 años desde aquel atardecer.

Salimos del cine y caminamos al bar. Caminar al bar. Saludar a la gente: hola, hola.

Hoy caminar está restringido por la pandemia. Y luego pocos miran por donde van, encorvados en el celular.

La vida era más fácil en la democrática Suecia. Aún para un chileno exiliado como yo. A fines de los 70, en el Chile de Pinochet entré con invitaciones falsas a una fiesta diplomática en la embajada de Venezuela. ¡Quiero huir de este pozo de desdoro!

Ese recuerdo es como un sueño.

Después de ver la película de Tarkovski, caminé al Bullen, mi bar preferido de aquella dorada juventud, (la juventud es siempre dorada).

De eso quería hablarles.

Del zumbido de voces que había en el bar. Un panel. Podría escribir una notable crónica de esa colmena, de opiniones sonoras, divergentes, subjetivas. Era feliz en el bar y parlotear sobre la película que vi, o sobre el libro que leí. Era feliz y liviano como pájaro.

Stalker, rodada en 1979, trata sobre una Visitación extraterrestre que dejó una zona prohibida de basura extraterrestre. Un acosador o acechador se infiltra en la zona en busca de la habitación donde, uh, se cumplirá su más hondo deseo. La película lenta y poética estaba basada en el clásico de la ciencia ficción rusa, la novela Picnic Extraterrestre de 1971, de los hermanos Strugatsky, Arkadi y Boris. En la novela hay numerosos acosadores. En el guión hay un acosador y la trama ocurre en un día. La ciencia ficción fue un punto de partida táctica.

Después de que Tarkovski llegó exiliado a Suecia y vio a Ingmar Bergman en persona por primera vez en el Film Institutet de Estocolmo. Bergman dio una charla a jóvenes sobre Fanny y Alexander, su lujosa obra cumbre sobre un padrastro, un arzobispo sádico.

Bergman consideraba un genio a Tarkovski, “sus películas son como milagros”.

A Tarkovski le provocó una extraña impresión. "Lo encontré egocéntrico, frío, superficial."

Lo que son las cosas. Uno amable, quizás irónico, el otro, huraño.

Yo había visto al maestro Bergman en un funeral. El año 82, yo aún tenía 28 años. A mediodía paseaba frente a la catedral gótica de Uppsala.

"Mira, ahí está, Bergman."

Filmaba la escena del funeral de Oscar, el padre de los niños de Fanny y Alexander.

1985. Tarkovski grabó Sacrificio sobre un enfermo de cáncer que se cura al inmolarse. En la isla Gotland con el equipo de Bergman, la dirección en ruso y una asistente traducida. Se desencantó de Sven Nykvist, el director de fotografía, y escribió con ánimo gruñón: “Es viejo y lento para absorber nuevas ideas”.

Entonces, Tarkovski fue mortal herido de cáncer.

Stalker se filmó en 1979 en una zona de sacrificio, en el río Jägala, Estonia, en dos plantas eléctricas abandonadas y una industria química que había contaminado las aguas. Solonitsin, el actor de sus películas, había ya muerto de cáncer.

La edición de Sacrificio la terminó desde la cama. La película se presentó en Cannes en mayo de 1986.

Un mes después, en la planta nuclear sueca Forsmark, detectó radiación en los zapatos de un funcionario. Se descubrió que la fuente de radiación venía en una nube radioactiva desde Chernóbil. Llovió y la radioactividad cayó en Suecia.

Cierren ventanas y puertas –se nos dijo- y coman tabletas de yodo.

Chernóbil fue una zona de exclusión.

Hoy todos los ecosistemas frágiles del mundo están dañados.

A los 54 años, diciembre del 86, Tarkovski murió de cáncer. Una muerte sin pathos, con la paz de los caballos que pastan en silencio después de la lluvia.

Es un deber mío recordar que todo era entonces muy humano. No obstante, fragmentado como un espejo roto. Cuando yo tenía 28 años, hace casi 40 años, y un atardecer fui a ver Stalker.


Omar Pérez-Santiago 

miércoles, octubre 29, 2025

Señores Candidatos y Señoras Candidatas


El artículo «Señores Candidatos y Señoras Candidatas» de Omar Pérez-Santiago es un ensayo crítico publicado en el contexto del proceso electoral chileno, donde el autor dirige una carta abierta a los aspirantes a la presidencia de Chile. En él, Pérez-Santiago destaca la desconexión entre las promesas de los candidatos y las realidades sociales de Chile, especialmente en temas como el arte, la educación y la desigualdad. Utilizando un tono irónico y directo, el escritor insta a los candidatos a comprometerse con políticas culturales concretas para garantizar el futuro de Chile. El texto busca también provocar una reflexión en los lectores sobre la responsabilidad ética de los líderes.

ARTE Y EDUCACIÓN DE EXCELENCIA. La educación de calidad es la única manera de erradicar la corrupción, el robo y la incivilidad a largo plazo, ¿Se puede influir en las cosas?, sí, es en la educación de excelencia donde se juega el futuro, y además afirmo que la política cultural creada por la Concertación ha concluido, fin, agotado, no bromeo,  es rotundo, y puedo decirlo con total responsabilidad porque creo que la libertad de expresión es esencial para un artista, para un músico, o para un escritor chileno, sin miedo decir lo que nos da la gana, decir, por ejemplo, “juro que no recuerdo ni su nombre más moriré llamándola María”, o decir  «sucede que a veces me canso de ser hombre», o como empieza La Amortajada de María Luisa Bombal “Y Iuego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos. Oh, un poco, muy poco.”, o decir un pensamiento crítico de la mejor manera, con imaginación cívica, para que alguien escuche, lea o medite, para no sentirnos inútiles, pues la libertad de expresión es la autonomía para establecer una comunidad con alguien, para que quede anotado, para en un futuro cercano decir: yo lo dije, yo lo advertí, yo lo anuncié, y entonces y por eso, es que  una sociedad democrática debe escuchar las voces y que ustedes, señores candidatos y señoras candidatas, que ustedes no escuchen lo que esté pasando en el arte  y la cultura, que no establezcan un dialogo, no suena bien, no suena respetuoso, no, no, como si ustedes, señores candidatos y señoras candidatas, reputen solo en su palabra, de sí mismos, porque,  tal vez arrogantes, cierto aire narcisista, y el narcicismo es solitario, una pisca de autosuficiencia, quizá ven a los votantes como ganado, no leen o no escuchan lo que la gente del arte está diciendo, la gente que habla y no solo los alaba callados, por eso les advierto, señores candidatos y señoras candidatas, les advierto, no se hagan los sordos, no sean insensibles, no ignoren los llamados desde el arte y la cultura, quiten de sus ojos las espesas telas de araña, la educación es lo primero, y la política cultural de los fondos concursables inventada por la Concertación está concluida, y hay que volver a pensar, ¿Se puede influir en las cosas?, sí.

TEATROS DE EXCELENCIA EN ESCUELAS PÚBLICAS. Pronto votaremos, y, señores candidatos y señoras candidatas, sus programas están rengos, tal como dijo el escultor Oscar Plandiura, el creador de la escultura de Víctor Jara, él dijo que ustedes, los candidatos que sueñan habitar el palacio construido por Joaquín Toesca, es decir, ustedes, señores candidatos y señoras candidatas, parecieran no entender la importancia del arte, o bien, dijo el cineasta Rodrigo Goncalves que al Estado debemos exigirle que fomente el arte y la cultura en la educación, pues esta ha sufrido un deterioro rampante que incapacita la lectura, y yo que estoy de acuerdo con ellos,  agrego que hay que construir teatros de calidad en todas las escuelas pública básicas de Chile, una redistribución del ingreso en beneficio de un millón doscientos mil estudiantes, pues el teatro no puede ser solo para una elite privilegiada, el teatro le da a la juventud el poder de expresarse, no solo hablar a sí mismos o de su pequeña comunidad, sino a la sociedad en general, pues es el derecho de los niños a expresarse, es desarrollo, cuando sacan a la luz su asfixia interior, la carga de años de estigma a través del teatro, esa catarsis es un  camino hacia el desarrollo, una educación que les permita comprender, quizás los clásicos chilenos y mundiales de una manera que les resulte entretenido, teatros de excelencia dirigidos por jóvenes artistas profesionales impetuosos, un espacio de escucha, para saber, pensar distinto, imaginar, pues entrenar la imaginación necesita ejercicio, crecer intelectualmente, deliberar en el bienestar del otro, tener apertura al mundo, traer ideas nuevas, abrirse a nuevas ideas, convencidos de que sólo mediante la difusión y sistematización de la educación y el conocimiento la imaginación la innovación puede ser acumulada,  pues aprender son procesos cognitivos, pero también emocionales, la innovación y difusión del conocimiento están en el corazón del proceso de crecimiento, también la construcción de teatros es un aporte al crecimiento económico, expandir la construcción con obras públicas.

Teatro Municipal, Biblioteca Nacional, Palacio de Bellas Artes

TEATROS DE EXCELENCIA EN LAS ESCUELAS. El pensar en términos de infraestructura de largo plazo fue vital en Chile, como la construcción del Teatro Municipal, la Biblioteca Nacional, el Palacio  de Bellas Artes, los grandes museos, o como en el Centro Cultural Gabriela Mistral, el llamado GAM, son los hechos, es la verdad, y todo eso construido con estructuras públicas armadas de forma permanente, con coraje operativo y pragmático, como en la educación, los 500 colegios de alta calidad que edificó el presidente Pedro Aguirre Cerda, o  el crecimiento fantástico de la población escolar en los años 60 de Frei Montalva, un incremento anual de matriculados de más de 100.000 escolares, son los hechos, es la verdad, la filosofía era impulsar el futuro, todo lo que nos dio orgullo fueron esas estructuras permanentes levantadas con sencillez y de modo estable, sí, pues ya es hora, señores candidatos y señoras candidatas, es hora que piensen a largo plazo, que vean de donde viene el ADN del alma nacional para saber porque las nuevas ideas surgen, y porque las innovaciones funcionan, y saber que la libertad de imaginar es uno de los factores de la imaginación, no es el servilismo, no es la sumisión, no es un alma cobarde y desolada, o si no, en los barrios a los jóvenes les acecha la subcultura narco, y están solos, estimados candidatos y estimadas candidatas.



Pedro Aguirre Cerda, Eduardo Frei Montalva, Gabriel Boric

SEÑORES CANDIDATOS Y SEÑORAS CANDIDATAS.  No los amo, pero tampoco los odio, señores candidatos y señoras candidatas, lo digo sin ofender, como escritor chileno en una sociedad democrática, les digo: no se hagan los sordos con la cultura y el arte chileno, dialoguen, ofrezcan una respuesta con el corazón, señores candidatos y señoras candidatas, no olviden a los niños, no olviden el arte en las escuelas públicas de Chile.

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Omar Pérez Santiago
 es autor de los libros “Memorias eróticas de un chileno en Suecia”, “Allende el Retorno”, “Barrio Lastarria” y “Nefilim en Alhué”




 

lunes, octubre 27, 2025

Hamlet con Héctor Noguera y Catalina Stuardo.

 





Hamlet con la leyenda Héctor Noguera y Catalina Stuardo. Basado en anécdotas del libro de memorias actorales, "Autobiografía de mi padre," escrito por Damián Noguera. Mi impresión: el libro es mejor que la obra de teatro.

"Todo viejo es un rey Lear"
HERMOSAS ULTIMAS PALABRAS:
El final debería ser como esa obra que hice con César Brié en Teatro Camino. Esa obra que se llamaba Todos los ausentes y que contaba la historia de un actor. Un actor que era yo. Deberíamos armar una escena en donde se acerque algún hijo o algún nieto y me diga «Papá, o abuelo o bisabuelo…. quiero estudiar Teatro. Y entonces deberías poner que eso me hace feliz, que en un inicio era un niño solitario que perdió a su papá y que por imitarlo quiso estudiar Teatro, y que ahora tengo una gran familia. Deberías decir que esa familia hace lo mismo que hago yo, o que quizás hacen lo mismo que yo para saber dónde estuve yo durante todo este tiempo. Eso deberías escribir. Que yo imité a mi padre y que luego mis hijos me imitaron a mí. Y así se arma el círculo completo. Cada uno actúa como si fuera el otro. Y creo que es necesario que se arme un círculo completo. Sí. Es lindo decir que mi familia se dedica a lo mismo que me dediqué yo. Decir que mis sueños y los suyos siempre van a ser los mismos.
Cuando eras chico pensé que tú también ibas a ser actor. En los restaurantes de comida china bajabas las escaleras doradas como si fueras el emperador de toda Asia.
Autobiografía de mi padre. Héctor Noguera, memorias actorales.
Damián Noguera B. Catalonia, 2021.

Almuerzo en Torremolinos con Raúl Aedo