La madre de Mary Shelley, Mary Wollstonecraft, murió de fiebres posparto el 10 de septiembre de 1797. Mary creció con la carga: con una potente ausencia de su madre en la Inglaterra del siglo XVIII.
La niña crece hasta convertirse en la autora de una de las novelas más famosas que se hayan escrito nunca, Frankenstein o el moderno Prometeo. Sin duda, su deseo desesperado de unos padres comprensivos definió su personalidad, moldeó sus fantasías y cuyo carácter ficticio es también transparente. Produjo la idealización que se manifiesta en su ficción de un monstruo, como una sombra o un reflejo de sí misma.
En su novela Frankenstein o el moderno Prometeo en 1818, su portada tenía impresa un epígrafe de El Paraíso perdido de John Milton, en el que un desesperado Adán increpa a Dios:
“¿Te exigí yo, Creador Omnipotente, que me convirtieses de tierra en Hombre? ¿Te solicité para que me sacases de las tinieblas…?"
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