En marzo, Televisión Nacional comenzó con la serie Heredia &Asociados, protagonizado por Claudio Arredondo y basado en las historias escritas por el destacado escritor chileno Ramón Díaz Eterovic. Heredia, desde su posición de outsider defiende las causas supuestamente perdidas. Con Ramón nos conocimos de potrillos, cuando estudiabamos en la escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile.
Primero una pregunta pedestre ¿De qué vives, con qué pagas tus cuentas?
Recibo derechos de autor por mis publicaciones y desde hace más de veinte años trabajo ejerciendo mi profesión de Administrador Público, lo que me demanda cumplir un horario como cualquier hijo de vecino con trabajo y me mantiene con un cable a tierra permanente. Desearía vivir de mis ingresos literarios, pero los derechos suelen pagarse una o dos veces al año y las cuentas llegan todos los meses. Creo que en Chile no existen las condiciones para una real profesionalización del escritor, salvo que ingreses a un circuito de pitutos, becas, concursos y limosnas varias que a la larga quitan independencia.
¿Te da lo mismo para quién trabajas?
Desde luego, hay gente para la cual no trabajaría jamás. Pero, dentro de un rango de normalidad y considerando la mala costumbre que uno tiene de comer todos los días, me da lo mismo para quien trabajo, mientras no me pidan hacer o decir cosas contrarias a mi forma de ver la vida y a los valores que la orientan.
¿Qué te impulsó a ser escritor? -¿Puedes decir cómo empezó tu carrera de escritor?
No puedo señalar el momento preciso en que me propuse ser escritor. Simplemente, un día escribí un texto, y al siguiente, otro. Tal vez uno nace con un don especial para escribir, y el resto de la vida pasa ejercitando ese don hasta crear algo que vale la pena compartir con otras personas. Escribí mis primeros cuentos y poemas como a los doce años, en Punta Arenas mi ciudad natal, y desde entonces no he dejado de hacerlo. Escribir, inventar historias, personajes, situaciones, es algo que me da una rara e indefinible felicidad.
¿Ha influido tu madre en el hecho de que tú seas escritor?
¡Vaya, una pregunta freudiana! No, mi madre no influyó en que sea escritor, salvo que siempre me apoyó, en la medida de sus recursos, en mi manía enfermiza e incurable de querer comprar y leer cuanto libro se cruzaba en mi camino.
¿Qué autores han influido más en tu literatura?
Podría dar una lista enorme, por cuanto creo que todo buen autor deja huellas en el escritor que lo lee con atención. Mencionaría a Charles Dickens, Alejandro Dumas, Manuel Rojas, Julio Cortázar, Francisco Coloane, Ernest Hemingway, Osvaldo Soriano, Jorge Teillier, Fernando Pessoa, Juan Carlos Onetti, Anton Chejov, Raymond Chandler, Davis Goodis y George Simenon. Todos los días descubro algún escritor que me enseña un par de cosas y que disfruto leyendo.
Según tu opinión ¿Existe un eje por los cuales pase tu generación, o hay voces muy divergentes dentro de ella?
Me siento parte de un grupo de narradores que nació y entregó sus primeras obras durante la dictadura pinochetista y que por eso tiene un eje temático vinculado a la recreación de ese tiempo. Es una narrativa impregnada, consciente o inconscientemente, por los signos de esa época y fue habitada por personajes marginales, atmósferas cerradas, amores imposibles, miedos y pesadillas.
Con las diferencias que puedan existir en autores con distintas experiencias, ideologías y formas de enfrentar el fenómeno creativo, nos une el eje mencionado como experiencia de vida de la cual arrancan algunas de nuestras ficciones.
Desde el punto de vista formal, en mi generación convive la novela tradicional con los mal llamados subgéneros, la novela de aventuras con la narrativa femenina; el género policial con el testimonio; la experimentación con el relato histórico. Hay una variedad que si bien impide señalar un rasgo común sobre la manera en qué escribe mi generación, le da una riqueza que habla de búsquedas que le han dado múltiples voces a la narrativa chilena. Es una generación que, entre otras cosas, no desdeña ningún formato literario.
De todos tus libros publicados ¿tienes alguno que consideres programático o central de tu obra? Dicho de otro modo, ¿qué libro tuyo recomendarías a alguien que quiera interesarse por tu literatura? ¿Cuál es tu mejor libro?
Para comenzar la serie de novelas del detective Heredia, recomendaría las novelas “Angeles y Solitarios” o “El ojo del alma”. En otra línea, recomendaría “Correr tras el viento”, novela que se puede leer como relato histórico, de espionaje o como recreación de un especial triángulo amoroso.
Quisiera preguntarte si la actual crítica nacional tiene algún valor para ti y si en los hechos recuerdas alguna crítica que te haya influenciado.
El valor que le atribuyo a la crítica es el mismo que le doy a la opinión de cualquier lector que toma uno de mis libros. No me corto las venas ni salto por la ventana de alegría a causa de una crítica. He aprendido que hay críticos que encuentran malos hasta a Cervantes y que uno no puede dar en el gusto a todos los lectores.
Los comentarios de los críticos son miradas sobre una obra, con toda la subjetividad que eso tiene. No creo que alguna crítica haya tenido influencia en mi trabajo. Desde luego que las que son buenas y de gente que respeto, son un estímulo y se agradecen. Las malas, solo motivan alguna leve maldición de mi parte. Me causa gracia la desesperación de algunos escritores por ser considerados por la crítica y me aburren profundamente las conversaciones entre escritores que terminan descuartizando a los críticos.
Me interesa leer lo que escriben críticos como José Promis, Patricia Espinosa, Alvaro Bisama, Poblete Varas, Hernán Soto, Rodrigo Pinto, Marco A. Coloma, Roberto Contreras, entre otros. Es indudable que en los últimos años se ha producido un cambio en la crítica chilena, y eso es positivo. Han aparecido nuevas voces, unas más atinadas que otras como en todas las cosas humanas, y eso ha generado cierta vitalidad crítica. El problema es que los medios suelen ser pocos y no siempre dan cuenta cabal de lo que está pasando en la literatura chilena ni todos los críticos tienen posibilidades de expresión.
Podrías contarme cómo ves el desarrollo de tu narrativa en el futuro cercano, las ideas hacia dónde se encamina ¿Cuáles serían tus apuestas más serias?
Procuro que todas mis apuestas sean serias, las literarias y las hípicas. A corto plazo, espero concluir una etapa de la serie Heredia con dos novelas que ya están en la puerta del horno: “A la sombra del dinero” y “El segundo deseo”. Luego espero dedicarme a un proyecto que tengo pospuesto y que dice relación con una novela histórica, ambientada el año 1919, en la comuna de Puerto Natales. También quiero revisar una novela que tengo guardada desde hace algunos años, una historia de jóvenes marginales que se llama “Fuego Sordo”. Tengo la cabeza llena de novelas por escribir. Solo me falta tiempo.
Hay escritores, por ejemplo Jorge Edwards, que afirman que el medio literario chileno es muy destructivo, porque tienden a pensar y decir que todo lo chileno es malo. ¿Lo has sentido de ese modo?
Edwards tiene razón. El supuesto hueso a compartir es tan chico y son tantos los interesados en roerlo, que en la lucha se reparten dentelladas a destajo. Es cosa de ver el espectáculo de envidias y descalificaciones que se produce cada dos años con el Premio Nacional de Literatura El medio literario chileno es destructivo, algo miope, y está intervenido por factores extra literarios, como las vinculaciones políticas, la clase social a la que pertenece el escritor, sus amistades con la prensa o la pertenencía a sectas académicas, económicas, familiares o a maffias blancas, rojas y de otros colores. Hay escritores que suben el cerro en helicóptero y otros que deben hacerlo caminando. Las oportunidades no son iguales para todos. Suelen haber muchos escritores de calidad que se quedan en el camino. Viví de cerca el ninguneo que rodeó a poetas notables como Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y Mario Ferrero. Por eso sé que uno no debe esperar gran cosa del medio literario. Existe el ninguneo que desconoce los méritos, y esa cosa mezquina de reconocer los logros de un escritor una vez que está convertido en un cadáver inofensivo.
A veces he sentido que el hecho de que a uno le vaya bien –que lo lean, lo publiquen, lo comenten, etc- es un “pecado” que el medio no perdona. Nada nuevo, desde luego. Lastarria, en su “Manuscrito del diablo” decía que la envidia es la principal virtud del chileno. No hemos cambiado mucho desde la época de Lastarria. Parafraseando a Chandler, diría que en la literatura: “Uno esta solo, solo en la oscuridad”.
Hay un porcentaje de escritores de tu generación que escribieron o escriben fuera de Chile ¿Qué rol le asignas a la literatura de exilio?
Es la pieza del rompecabeza que da sentido al cuadro general de la literatura que escribieron los autores de mi generación y de otras anteriores. Creo que es una literatura que, por razones obvias de lejanía y censura, se conoció poco en su momento, y que luego quedó relegada a cierto olvido. No soy un experto en el tema, pero he leído autores que se fueron exiliado y que han escrito buenas obras. Omar Saavedra Santis, Mauricio Electorat, Leandro Urbina, Jorge Calvo, Ariel Dorfman. También las reconocidas obras de Luis Sepúlveda, Ana Vásquez y Roberto Bolaño son un producto del exilio.
En artículo reciente (Literatura y Talento. Tristísima demolición de la novela, El Mercurio 3 de octubre de 2004) Enrique Lafourcade afirma que “en los de los últimos 20 años la novela pierde fuerza. Se llena de reclamaciones políticas, de confesiones eróticas. Hace sufrir a los lectores”. ¿Qué respondes a esa afirmación?
No la comparto. Creo que la novela chilena ha tenido un gran desarrollo en los últimos 20 ó 25 años. Muchos de los autores de mi generación han escrito buenas novelas: Antonio Ostornol, Jorge Calvo, Sonia González, Diego Muñoz, Jaime Collyer, Pía Barros, Jaime Casas, Mauricio Electorat, Arturo Fontaine. Está el fenómeno narrativo que significó la obra de Roberto Bolaño; las novelas de Pedro Lemebel, Rivera Letelier, Luis Sepúlveda, Isabel Allende y Marcela Serrano, con miles de lectores dentro y fuera de Chile. Están muchos autores mayores que han seguido produciendo a muy buen nivel. Y si los novelistas tocan temas políticos, eróticos o policiales, es porque responden a los temas que identifican y definen el pulso de la época. ¿O acaso un escritor chileno podría abstraerse de la dictadura que vivimos durante 17 años? La literatura, en la inmensa mayoría de los casos, ha sido y es reflejo de la época en que nace. Si los autores mencionados y muchos otros más hicieran sufrir a los lectores, no tendrían los lectores que tienen.
Ramón Díaz Eterovic. Punta Arenas, 1956. Ha publicado los libros de poemas "El poeta derribado" y "Pasajero de la Ausencia"; los libros de cuentos: "Obsesión de Año Nuevo", "Atrás sin golpe" y "Ese viejo cuento de amar”, y las novelas: "La ciudad está triste", "Solo en la Oscuridad", "Nadie sabe más que los muertos", "Nunca enamores a un forastero" "Angeles y Solitarios", "Correr tras el viento", "Los siete hijos de Simenon", “El ojo del alma”, “El hombre que pregunta” y “El color de la piel”. También es autor de la novela infantil: “R y M investigadores”. Algunos de sus cuentos han sido incluidos en antologías publicadas en Italia, Croacia, España, Argentina, México, Ecuador, España, Italia, Portugal, Uruguay, Colombia, Cuba, Bulgaria, Puerto Rico y Chile. Fue director de la revista de poesía “La Gota Pura” (1980-1995) y Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (1991-1993). En Chile ha obtenido una treintena de premios, entre los que destacan el Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1995) y el Premio Municipal de Santiago (los años 1996 y 2002). Ha sido finalista en los premios Casa de las Américas (Cuba), premio Planeta Argentina de Novela, y premio Dashiell Hammett de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos. El año 2000 obtuvo el premio Las Dos Orillas del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón. Sus novelas han sido publicadas en Portugal
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