Malmö, esa hermosa ciudad escandinava de viento infame, me adoptó, a comienzos de los años 80, con su calculado cariño y conjeturada frialdad. La ciudad de mi exilio que yo inicialmente abominaría, sin saber que lo que yo necesitaba era amor. Inicialmente no me divertía el viento frío y miraba con sospecha la amabilidad de su gente.
En realidad nada me parecía compasivo.
Hasta que la ciudad me presentó a unas de sus hijas en la antigua taberna Två Krögare, en la calle Storgatan.
Pasan los años y pasan los años y ah cómo añoro esa cantina de barrio, llamada coloquialmente Bullen.
Y así la ciudad permitió que yo me entendiera con ella.
Un día la mujer me llevó a una jornada de copas por el largo bulevar cosmopolita de Copenhague. Y aprendí que lo aun mejor de Malmö es la vecindad con Copenhague, la luminosa capital de Dinamarca. De vuelta nos sentamos en uno de los bares del ferry que cruzaban el estrecho, y como un emparedado de pescado libado con cerveza, sabiendo que allá en la oscuridad se encuentra el mar helado y gris. Entonces, entendí, abrazado a esa sueca linda, que la vida me había dado una oportunidad (nueva).
Era ya imposible que yo no me entendiera con esa ciudad. No había vuelta atrás.
En eso pienso ahora cuando lectores del diario Expressen han elegido el mejor poema escrito en sueco. Se llama Amigo, en tiempo desolado y lo escribió el romántico de Stagnelius (1793-1823). Es un poema elegiaco, que nadie ha traducido al español, hasta donde yo se.
En realidad nada me parecía compasivo.
Hasta que la ciudad me presentó a unas de sus hijas en la antigua taberna Två Krögare, en la calle Storgatan.
Pasan los años y pasan los años y ah cómo añoro esa cantina de barrio, llamada coloquialmente Bullen.
Y así la ciudad permitió que yo me entendiera con ella.
Un día la mujer me llevó a una jornada de copas por el largo bulevar cosmopolita de Copenhague. Y aprendí que lo aun mejor de Malmö es la vecindad con Copenhague, la luminosa capital de Dinamarca. De vuelta nos sentamos en uno de los bares del ferry que cruzaban el estrecho, y como un emparedado de pescado libado con cerveza, sabiendo que allá en la oscuridad se encuentra el mar helado y gris. Entonces, entendí, abrazado a esa sueca linda, que la vida me había dado una oportunidad (nueva).
Era ya imposible que yo no me entendiera con esa ciudad. No había vuelta atrás.
En eso pienso ahora cuando lectores del diario Expressen han elegido el mejor poema escrito en sueco. Se llama Amigo, en tiempo desolado y lo escribió el romántico de Stagnelius (1793-1823). Es un poema elegiaco, que nadie ha traducido al español, hasta donde yo se.
La noche es la madre del día (sánscrito div, es decir dios, es decir luz)
Amigo, en tiempos desolados
Amigo, en tiempo desolado, cuando tu alma se cubre de sombras
Cuando en hondo abismo, mueren memoria y sentido
La idea vacila entre sombras de formas y delirios,
El corazón no puede suspirar, y el ojo ya no llora;
Cuando cubierta de tinieblas tu alma cae en alas de fuego,
Y tú a la nada, con miedo, sientes bajar de nuevo,
Dime, ¿quién te salva entonces?- ¿Quién es el ángel amable,
Que tu alma ordena y da belleza otra vez,
Que construye de nuevo tu mundo derruido, restaura el Altar
caído, y enciende allí la llama con mano sagrada?
Sólo la esencia potente, que nace de la eterna noche
Besa de vida al serafín, despiertan a los soles a la danza.
Sólo la palabra sagrada, que gritó a los mundos: “Existe”
Y cuya viva energía a los mundos aún mueve.
Por eso, alégrate, oh amigo y canta en la oscura pena:
La noche es la madre del día, el Caos es el vecino de Dios
Si quieres leer el poema en sueco
La foto de Malmö es de mi hija, que nació en Malmö (por lo demás)