Entré a la librería decidido a comprar Bonsái de chileno Alejandro Zambra.
8.250 pesos por unas pocas páginas. ¿Están huevones?
(¿De qué ha servido la creación de un puto Ministerio de cultura, de que sirve una linda Ministra de Cultura, si los libros en Chile son para los ricos?)
Lo hojeé. El cuadernillo trata de un par jóvenes que hablan de libros. Librillo sobre libros, pensé y dudé en comprarlo.
No sé por qué, pero también pensé:
“Estos jóvenes deberían follar más.”
Lo demás es literatura.
Me di una vuelta por la librería. Vi el libro de Juan Pedro Gutiérrez, Animal tropical y costaba casi lo mismo que Bonsái pero tenía el triple de longitud.
Lo hojeé.
“Este sí me va a gustar”, me dije. Aquí parece que se folla.
Lo compré.
Efectivamente. El libro es sobre un follador, bebedor, escritor y vagabundo de La Habana, que se llama Juan Pedro Gutiérrez, como su autor, el escritor cubano Juan Pedro Gutiérrez, eje de la nueva armada literaria cubana. En el hacinamiento, la pobreza, la picaresca y la marginalidad del centro de La Habana, Juan Pedro folla continuamente con su vecina prostituta, La serpiente de fuego, tal como se llama ese primer capítulo. El tono seco y acelerado me parece ameno y es de esos libros rufianescos que me gustan por su cercanía con la vida, por chuchetas y por decir las cosas por su nombre, una mezcla de crónica y autobiografía, al estilo de Desayuno en Tifanny o Retratos de Truman Capote, aunque más grosero y más dirty. El libro de Gutiérrez era un libro para alguien como yo.
“Mueve la cintura como una licuadora. Ya estoy a punto de soltar mi chorro. No. La aguanto. La pongo boca abajo. Ella se deja hacer. Le mamo el culo, se lo beso, le pongo mucha saliva. Y toma. Suave. Tiene un ojete negro, bellísimo, con sus pelos enroscados de mulata.”
Chico, íbamos tan bien.
Hasta que nos dejamos caer al capítulo 2, La amante sueca. Juan Pedro ha sido invitado a Suecia y allí tiene una relación con Agneta, una administradora cultural.
Ay, ay, donde fuimos a caer, chico.
Una sueca fome, aburrida y media lesa. Una rubia nada interesante que es caracterizada por sus manías.
“Es una mujer solitaria. Demasiado tiempo sola, pensando en la muerte y el tiempo que pasa, tomando leche cuajada con cereales, escuchando óperas muy dramáticas, ahorrando cada corona y pensando que es una inútil, una oficinista de mierda, y que no tendrá dinero suficiente en su vejez. Jamás se da ni un pequeño gusto.”
Entonces la novela se torna lenta, sin interés. Ninguna anécdota es relevante. Peor aún me parece el contraste arquetipo de: burguesita sueca que no le gusta mamarlo versus mulatica cubana maestra en la cama. El frío contra el calor.
(Oh, yo he conocido suecas muy guarras y muy cachondas y muy orgásmicas.)
Cuando Juan Pedro vuelve a Cuba, (capítulo tres y final: Furia y bolero) busca su serpiente de ardor, Gloria, la mulata muy puta, y nuestro personaje muy macho, algo se desequilibra y se pone susceptible, pues la jinetera no estaba en casa. Por más que intenta, no puede ponerla en su lugar.
8.250 pesos por unas pocas páginas. ¿Están huevones?
(¿De qué ha servido la creación de un puto Ministerio de cultura, de que sirve una linda Ministra de Cultura, si los libros en Chile son para los ricos?)
Lo hojeé. El cuadernillo trata de un par jóvenes que hablan de libros. Librillo sobre libros, pensé y dudé en comprarlo.
No sé por qué, pero también pensé:
“Estos jóvenes deberían follar más.”
Lo demás es literatura.
Me di una vuelta por la librería. Vi el libro de Juan Pedro Gutiérrez, Animal tropical y costaba casi lo mismo que Bonsái pero tenía el triple de longitud.
Lo hojeé.
“Este sí me va a gustar”, me dije. Aquí parece que se folla.
Lo compré.
Efectivamente. El libro es sobre un follador, bebedor, escritor y vagabundo de La Habana, que se llama Juan Pedro Gutiérrez, como su autor, el escritor cubano Juan Pedro Gutiérrez, eje de la nueva armada literaria cubana. En el hacinamiento, la pobreza, la picaresca y la marginalidad del centro de La Habana, Juan Pedro folla continuamente con su vecina prostituta, La serpiente de fuego, tal como se llama ese primer capítulo. El tono seco y acelerado me parece ameno y es de esos libros rufianescos que me gustan por su cercanía con la vida, por chuchetas y por decir las cosas por su nombre, una mezcla de crónica y autobiografía, al estilo de Desayuno en Tifanny o Retratos de Truman Capote, aunque más grosero y más dirty. El libro de Gutiérrez era un libro para alguien como yo.
“Mueve la cintura como una licuadora. Ya estoy a punto de soltar mi chorro. No. La aguanto. La pongo boca abajo. Ella se deja hacer. Le mamo el culo, se lo beso, le pongo mucha saliva. Y toma. Suave. Tiene un ojete negro, bellísimo, con sus pelos enroscados de mulata.”
Chico, íbamos tan bien.
Hasta que nos dejamos caer al capítulo 2, La amante sueca. Juan Pedro ha sido invitado a Suecia y allí tiene una relación con Agneta, una administradora cultural.
Ay, ay, donde fuimos a caer, chico.
Una sueca fome, aburrida y media lesa. Una rubia nada interesante que es caracterizada por sus manías.
“Es una mujer solitaria. Demasiado tiempo sola, pensando en la muerte y el tiempo que pasa, tomando leche cuajada con cereales, escuchando óperas muy dramáticas, ahorrando cada corona y pensando que es una inútil, una oficinista de mierda, y que no tendrá dinero suficiente en su vejez. Jamás se da ni un pequeño gusto.”
Entonces la novela se torna lenta, sin interés. Ninguna anécdota es relevante. Peor aún me parece el contraste arquetipo de: burguesita sueca que no le gusta mamarlo versus mulatica cubana maestra en la cama. El frío contra el calor.
(Oh, yo he conocido suecas muy guarras y muy cachondas y muy orgásmicas.)
Cuando Juan Pedro vuelve a Cuba, (capítulo tres y final: Furia y bolero) busca su serpiente de ardor, Gloria, la mulata muy puta, y nuestro personaje muy macho, algo se desequilibra y se pone susceptible, pues la jinetera no estaba en casa. Por más que intenta, no puede ponerla en su lugar.
La foto es de Paco Lozano
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