El autor retrata a una sociedad que confunde el mapa con el territorio, que vive en la virtualidad al punto que los momentos cotidianos, como un beso o tener sexo, se transforman en trámites, o en lapsos previos antes de conectarse a la red: se trata de agudas reflexiones sobre la soledad en la que estamos en la actualidad.
Por Rodrigo Torres Quezada
Publicado el 14.8.2018
En un mundo hipertecnologizado, las temáticas ciberpunk se vuelven ad hoc para intentar comprender una realidad que a veces asusta o derechamente provoca terror. Omar Pérez, escritor chileno, en su nueva novela El pezón de Sei Shonagon publicada por editorial Los Perros Románticos, toma este camino y lo hace a base de mucha cultura pop y reflexiones en torno a la locura digital en la que estamos insertos.
Hay que acotar que Omar Pérez es un escritor de letra multifacética y que siempre juega con el pasado y el presente fusionando ambos en una especie de no tiempo, donde pareciera que los límites espacio temporales jamás hubiesen existido y todos hubiésemos estado aquí, siempre en el mismo punto. Prueba de esto es su novela Allende, el retorno (Aura Latina, 2013), donde el autor juega con la idea de un Salvador Allende que revive en un mundo que se vanagloria de su efímera condición de moderno.
En El pezón de Sei Shonagon también presenciamos este juego de ideas sobre lo clásico y lo moderno y cómo estos conceptos se funden. El autor escogió muy bien el escenario de su obra, Japón, ya que esta es la tierra superlativa donde tradición y modernidad conviven. En la novela se nos cuenta la historia de dos jóvenes: Matsuo Basho (homenaje al poeta japonés), un gordito muy feo y con problemas de sociabilidad y Sei Shonagon (otro homenaje a una escritora), una mujer atractiva y deseada que, de forma impensada, inicia una relación con Matsuo. El problema viene cuando Matsuo, obsesionado con ella, hace una figura artística de su pezón. La gente, sin embargo, no alaba a Matsuo y su obra, sino a la musa: Sei Shonagon, quien pronto se convierte en un referente de las redes sociales y la locura bondage, dejando a un lado de su “vida real” a Matsuo.
Esta es la historia central. Pero es más bien la excusa de Omar Pérez para retratarnos una sociedad que confunde el mapa con el territorio, que vive en la virtualidad al punto que los momentos cotidianos, como un beso o tener sexo, se transforman en trámites, o lapsos previos antes de conectarse a la red. Así, en la novela conviven alusiones sobre la deep web, gran cantidad de palabras que pertenecen al ciberespacio y reflexiones sobre la soledad en la que estamos en la actualidad.
Otro punto a favor de la novela, es que ha sabido situarse dentro de un género que recuerda mucho al anime o al manga nipón. No solo porque hable de Japón, sino porque este tipo de trabajos utilizan dos elementos esenciales en su estructura narrativa: una metafísica tradicional y una observación sobre la hipermodernidad social. Tenemos así a Akira: película que habla de una sociedad enfrentada a la creencia en el fin del mundo y a su utilización de las personas como armas de guerra. También se puede citar a Death note: los tradicionales demonios shinigamis conviven con un joven que desea tener el poder sobre la vida de los demás, a la vez que estudia y quiere ser el mejor alumno de su generación. Y no olvidar la clásica Evangelion donde “ángeles” llegaban a la Tierra para destruirla a la vez que los protagonistas lidiaban con problemas sicológicos relacionados con la soledad, el abandono y el vacío existencial. Así, la novela de Omar Pérez bien puede seguir esta línea ya que ha sabido unir los dos elementos clásicos del género anime-manga y ciberpunk; todo bajo una prosa entretenida y llena de reflexiones sobre la extraña sociedad en la que vivimos.
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