Ilustración: Narciso plebeyo de Pablo Suárez |
1. Entre el desplome de La Fronda Aristocrática de terratenientes (el 8 % de la población de la que habló en 1928 el historiador Alberto Edwards), y el golpe militar de 1973, en esos 40 años del siglo XX, los chilenos intentaron construir una institucionalidad que respondiera a su alma popular.
2. La ruptura de 1973 llevó a la creación de una nueva Fronda Aristocrática, una casta financiera y extractivista. Es el 8 % de la población que se desposan entre primos, y a veces, entre hermanos, como lo muestra Patricio Corvalán en su libro El Clan Larraín. Una organización completa de políticos, banqueros, promotores de compañías y especuladores que se agrupan para explotar.
3. Fueron tiempos de oscuridad, de disolución de valores y de ebriedad pinochetista. Sólo existía la crueldad más oscura. Durante largos y tristes años fuimos dominados por sicópatas: Asesinatos, torturas, exilio. Daños de largo aliento. Cicatrices, sangre, horror y muerte.
Y Chile terminó mal, al final del círculo.
Tenemos altos índices de deterioro de la salud mental, los más altos del mundo: el alcoholismo, el tabaquismo, la obesidad infantil, cantidad de presos por habitante, tasa de suicidio juvenil, feminicidios, etc, etc.
4. Desde octubre de 2019, una ráfaga de viento de acero entró en Chile e inició un nuevo tiempo histórico. Zeitgeist. La muerte de una época y el advenimiento de otra. Chile vuelve a reordenarse. Fue gracias a la masividad de las protestas civiles pacíficas, no violentas, en cada ciudad, en cada pueblo de Chile. Yo estuve allí. Me encontraba participando en la Feria del Libro de Pichilemu, cuando espontáneamente miles de corazones marchan desarmados por las calles del balneario, izando banderas chilenas o mapuches. No fue la violencia, quemas de metro o saqueos lo que provocó el cambio. La teoría de ciencia política de la norteamericana Erica Chenowth sostiene que la masividad de las marchas pacíficas determina la caída de un régimen.
Así fue en Chile. La marcha de las marchas, la marcha más grande de la historia de Chile, el día 25 de octubre de 2019, estuvimos en las plazas con la esperanza de vencer a un sistema injusto de una casta privilegiada.
5. La fractura del país mostró un abismo tenebroso, nuestras entrañas. Nuestros fracasos nos acechan desde el abismo. La grieta es una depresión que nos genera rabia e ira y nuestra voz se torna ronca. Después y por desgracia, somos tan carentes de misericordia con los otros. Y no tenemos autocompasión.
6. El deterioro de la salud mental de la mayoría de los chilenos, en los políticos es aún más grave. Según lo muestra David Owen en El poder y la enfermedad, los políticos se vuelven maníacos, eufóricos, de irritabilidad extrema, con abuso de cocaína, alcohol y fármacos para dormir.
7. Muchos comentaristas no consideran la salud mental de los políticos. ¿Por qué? Porque soslayan la realidad y evalúan la política a través de ideas abstractas y preconcebidas.
El filósofo danés Soren Kierkegaard fue crítico a la metafísica de Hegel y su abstraccionismo predominante. Kierkegaard pensó en el rol del individuo y en la experiencia subjetiva, pensó que las cosas la deciden los individuos.
8. Este tiempo histórico vertiginoso es una máquina que tritura carne política y mete en una licuadora las expectativas ingenuas de los políticos.
Fíjense. No nombraré a nadie. Pero este año hubo vergonzosas, obstinadas e irreflexivas actuaciones de políticos. Son idiosincrasias egodistónicas. Con ego desmedido se auto aniquilan. Hemos visto a políticos en llamas, fulgurantes como una antorcha. Interpretaron mal la realidad y se estrellaron con su Némesis, la diosa que castiga la desmesura.
Están sometidos a la «pulsión destructiva y sádica» según la tesis de la siquiatra feminista Sabina Spielrein. Ellos alcanzan un sueño, pero caen de modo tan ridículo como escandaloso. Son el Arquetipo del Fracasado Inaudito. Ellos caen como un vaso de leche y se despedazan. Es el síndrome del Hubris griego, o ego desmedido.
9. El presidente de Chile, Sebastián Piñera, es un prototipo de esa enfermedad. Piñera sufre la enfermedad del dinero, el excesivo apego a las riquezas. La sicología médica llama a la enfermedad Crematomanía o deseo obsesivo por acumular dinero. Piñera antepuso todo al dinero: ningún respeto con el honor de su cargo, ningún respeto con la familia, las amistades y el entorno social. El lema de Piñera de “negocios son negocios” contiene la deshonestidad del acaparador inescrupuloso. Piñera es un bípedo respirante e impúdico que concentra lo peor de la época. Piñera desarrolló al máximo sus facultades corruptoras. Eso quedará tatuado en su frente.
Ilustración: Narciso plebeyo de Pablo Suárez
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