martes, noviembre 14, 2023

Dido, reina de Cartago. Lamento y derrota. Por Omar Pérez Santiago. Off the Record, N°44, noviembre de 2022

El refugiado varó en la arena de Cartago. Su nombre de batalla es Eneas, el troyano. Troya había caído en la bien dura  derrota y la noticia daba vuelta al mediterráneo.

En su velero la lluvia le nubló los ojos, al gran valiente sin intuir lo que había delante. La vil tormenta arrojó como una nuez su barco hasta las playas de  la bahía de Cartago.

Empapado de agua salada, el pelo muy lacio, mareado del bamboleo del bravo mar. En la playa cayó: la besó como a su madre. Levantó la vista y vio la moderna Cartago

Arquitectura imponente de bellas columnas, portones de bronce. Pavimentadas sus calles. Una exquisitez dulce de las obras artísticas. Una democracia respetable. Se honra al mérito.

Eneas se sorprende que la última noticia de sus largas batallas están super pintadas, contadas en las redes sociales de Cartago, las historietas pintadas en sus bellos muros

La reina Dido, espléndida de belleza y gracia. Ligereza, sensación de tersura y frescura, a Eneas admira y brinda refugio seguro. Me llamo Naufrago, Zozobra, le dijo Eneas.

La vida nunca es tan mala, nunca es tan mala. Dido es un corazón, Dido es mujer gentil. Tenía algo de geisha un poco melancólica. Dido extasiada en amor, del hombre arrobada

Ella lo esperaba, era su sueño tremendo. Gracias por el día, el mejor día de mi vida. Oh, estar contigo es  el mejor día de mi vida. Dido tenía la sabiduría del que sueña.

Los mejores días vive, es su sueño querido. Mas Eneas tenía planes y la abandona. Nada detiene al viento, el alma de solo fuego. Dido se mantuvo en silencio un dolido rato.

Muda clavó los ojos en el piso de loza. Cayó por un abismo, estalló en febril llanto. Hay dolores tan hondos que son impronunciables. Esta es la pura verdad, el término de un sueño.

Desde la orilla de la playa, pelo tan suelto, entonces es el triste  lamento de Dido, se oirá por siglos, hasta el oscuro presente por  siglos y siglos, hasta el vano presente

'Te llevaste contigo mis últimos pasos, Mis últimos sueños, mis bellos últimos años.' ¡Si por lo menos me hubieses engendrado un hijo que ahora jugara en el palacio!

'A ti las piedras, a ti los montes y los robles, que nacen en las altas y sólidas rocas, a ti las fieras salvajes te han engendrado.' Y luego el suicidio. El sangriento filo, la daga.

Y la luz, las llamas en que arde la enamorada se vislumbran desde el barco de velas. Eneas saliendo desde la bahía de Cartago. Mira ese barco saliendo de la bahía.

Ahí se va, se va, se va para siempre el barco. Eneas, ingrato novio de la reina Dido,  barco velero cargado de los grandes sueños  y se llevará para siempre su vida entera.

Un día, Eneas errante  baja al infierno. En inframundo ardiente vio a la reina Dido vagando en sombras oscuras,  la reina Dido, irritada, sangrando aún de sus heridas.

Ella era mármol, no quiso mirar ni escuchar  la gran insensibilidad del torvo amante.   Es  el lamento de la desamparada Dido, el llanto lamento que se escuchará por siglos.

El llanto murmullo que  aún hoy tristes oímos. (lamento de la desconsolada muchedumbre, dolientes y derrotados de su bello sueño)


(La Eneida de Virgilio y las Heroidas de Ovidio)


 

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