martes, enero 13, 2015

La Novia de Borges, novela.


En octubre de 1986 nos sorprendió un viejo marinero noruego en la capital de Dinamarca, Copenhague. Vagábamos junto a un par de amigas suecas, por el costado del quieto y colorido canal de NyHavn. Nuestras amigas habían puesto de moda cepillarse hacia atrás, como un chico, y usaban pantalones ajustados. Hacía frío. Omar Pérez Santiago llevaba un abrigo y bufanda negra y un sombrero alón en su cabeza. Entramos a uno de los epicúreos bares del puerto. Pedimos tequilas y cervezas. Un hombre de unos 70 años –vestía chaleco y un gorro de lana y tenía cara de boxeador, como si un caballo le hubiese pateado la cara-, ojeó descarada e insistentemente a nuestras amigas. Escuchó algunas de nuestras palabras en español y entonces dirigió la vista a Omar Pérez y lanzó la pregunta:

—¿Sudamericanos?
—Sí, chilenos, le respondió Omar.
—Ah, Chile…, Valparaíso…


Era un viejo marinero noruego, que había navegado por Sudamérica. Traía muchas anécdotas de Valparaíso o Montevideo donde había estado en los años cuarenta, esas típicas historias de bar, sin aparente lógica. Era un tipo excéntrico. Pero, nosotros, mal acostumbrados a esa bohemia, no nos dejábamos sorprender fácilmente ni nos dejábamos llevar por la vaga y sentimental idea de que es bonito conversar con un tipo desconocido en el bar. Omar demostraba escaso interés y más bien se sentía importunado.


Pero, entonces, fuimos sorprendidos por el marinero de gorro de lana y rostro de boxeador. Nos contó, con su lenguaje directo y crudo, la siguiente historia pudorosa, un sucsexo.
“Llegué a Buenos Aires con el barco TreStjärnor de Malmö. Me fui a un bar del puerto. De pronto entró una rica argentinita. Diferente a las otras mujeres del bar. No llevaba las polleras muy ajustadas ni se pintaba como mono. En silencio nos miró a todos. Luego volvió su vista hacía mí. Se me acercó y sin decir nada me tomó de una mano y me llevó a una pieza contigua. Oiga, no le miento, allí rápidamente me la cogí. Yo estaba sorprendido. Ella tenía prisa, la yegüita. La argentinita no tenía experiencia. No les miento, esa mujer era virgen. Se los juro. Yo sé distinguir. Lo hice con placer y sorpresa. Luego saqué unos dólares para pagar los servicios, pero la mujer los rechazó, como asustada y ofendida. Se los dejé sobre la mesa y me marché a seguir bebiendo con mis colegas. ¿Qué les parece? …Ah…, las sudamericanas…!”


El relato nos conmocionó. Omar estaba boquiabierto y luego de unos segundos dijo como iluminado:


—Emma Zunz, ella era Emma Zunz…
—¿Quién? Preguntó el marinero.
—La argentina se llamaba Emma Zunz…
—Y ¿Cómo puedes saberlo tú? El marinero podía también ser hosco.


Omar se alteró un poco. El ambiente se empañó. No quiso refutarle nada.
Pero, la historia, por razones que ahora explicaré era increíble, sin duda. Un cuento escrito por Jorge Luis Borges se llama, precisamente, “Emma Zuns”
La joven Emma Zunz desea vengar la muerte de su padre, quien se suicidó tras ser estafado por un socio. La venganza adopta una forma extraña: acusará al socio de “violación” y luego lo matará en supuesta defensa propia. Para conseguir su objetivo, se hace “violar” por un marinero noruego, desconocido, que venía en el barco TreStjärnor” de Malmö; ella va al puerto, entra en uno de esos bares, busca a un hombre extranjero y en una pieza contigua hace el amor con él. El marinero se retira, y ella rompe el dinero. Luego va a visitar con un pretexto al socio, y lo mata. Cuando llega la policía, ella puede probar que ha sido violada.
La venganza ha sido cumplida.
Otro sucsexo.
¿Estaba allí frente a nosotros el marinero que había “violado” a Emma Zunz en Buenos Aires?
Las coincidencias eran curiosas. Jorge Luis Borges había muerto hacia unos meses, en agosto de 1986. Omar ya estaba puliendo un cuento sobre Borges. Este cuento fue finalmente un guion de cine para un mediometraje sobre Borges. Este film fue presentado en una jornada de homenaje a Borges en el Konsthallen de Malmö, Suecia.


Esta experiencia fue colectiva. El artista uruguayo José Luis Liard, diseñó el catálogo de la muestra y se le ocurrió que llegáramos con bastones, de ciegos, haciendo una performance cultural lúdica. Nuestro amigo Carlos capelán, otro artista uruguayo, realizó una notable performance. Fue un homenaje a Borges. Tenía, en el fondo, un cierto aire de protesta. La academia Sueca no le había dado el premio Nobel a Borges, por razones extraliterarias.
El texto de La Novia de Borges fue publicado entonces en una revistilla de exiliados. Este es el texto que corregido se publica aquí.


La Novia de Borges es una historia sensible, desplegada con gracia fílmica e imágenes paródicas de la literatura borgeana. Una historia de amor imposible. “me enseñó que algo más terrible que la muerte es amar y no ser amado”.


Hay un juego adicional.
El buen lector de Borges, notará fácilmente que este es un cuento intertextual, infectado de literatura, de réplicas borgianas y de leyendas que hacen a su mito.
Uno de los más preciados y sutiles placeres de Borges era sacralizar la literatura, ironizar sobre la superchería literaria y la petrificación racionalista, reinventar autores y resumir otros.
En la Novia de Borges se reinventa al propio maestro, el Borges iconoclasta e irreverente.
Hay aquí también los gustos literarios de Omar Pérez santiago, y su tema central: los espejos de un hombre y una mujer, la irreductible diferencia de los sexos, el amor como paraíso y como infierno. El amor y el desamor, el deseo y el no-deseo, los celos y la fidelidad.
El marinero noruego se puso descortés esa noche. Nuestro silencio lo interpretó como arrogancia. De mal humor, volcó un coñac y se volvió sobre otros parroquianos que en la barra de cinc discutían de fútbol.


Omar se colocó sus sombreros y salimos por el Stroget, el paseo peatonal, con las chicas cimbrándose con sus pantalones ajustados. Entramos a un club de jazz.
Nunca más volvimos a ver al marinero noruego, el “violador” de Emma Zunz.


R. Aguilera, Lund, Suecia, 1993

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